DEJA ESE PEDESTAL VACÍO


¡Qué romántico e idílico era el romance e Romeo y Julieta!… eran el uno para el otro, eran tan perfectos, eran tan maravillosos, eran tan…irreales y fantasiosos…
Definitivamente la literatura, el cine, la televisión, la música y hasta las caricaturas de princesas, nos invitan a anhelar vivir en un mundo fantasioso y a idealizar a nuestros seres amados.
Según el diccionario, idealizar es considerar a una persona como un modelo a seguir de perfección, sumándole cualidades fuera de la realidad. Es acrecentar a alguien más allá de lo humano. Todos en la vida, hemos, en algún momento, idealizado a alguien poniéndolo en un pedestal de adoración.
Cada vez que se hace esto, la persona que idealiza se coloca a sí misma en una posición subestimada pues empieza a ver a ese ser amado tan alto, tan lejos, tan perfecto que le es imposible ponerse a su nivel; esto le destina a vivir en una posición de carencia y falsa expectativa, ya que se sueña llegar a tener la perfección del sujeto que idealizamos y, si esa persona comete algún error, el mundo se viene abajo abruptamente. Nuestras necesidades emocionales y espirituales nos mueven a buscar sujetos para idealizar, ídolos para seguir e imitar, sin embargo, estos no son más que espejismos temporales que se desvanecen con el tiempo.
Idealizar a alguien nos encarcela en una fantasía y nos expone a la más cruenta frustración pues, todo ser idealizado llega a caerse del altar donde está puesto. Un ejemplo de esto es la misoginia (de la que le hablé tempo atrás). Un hombre misógino tiene en su mente un prospecto de mujer ideal según su criterio y si dicha fémina no se adapta a sus especificaciones, él procede a obligarla a cambiar bajo cualquier costo con tal de que sus expectativas sean cumplidas y esta situación destruye paulatinamente el alma de la persona que intenta llegar a los estándares que el misógino demanda. Como es de esperarse, nadie puede ser el prototipo ideal de nadie, en algún momento de la vida fallará en cumplir estas esperanzas y la relación quedará en cenizas.
Idealizar nos impulsa a vivir en un mundo irreal de “super héroes” que por supuesto, no existe. Es importante que, cuando nos demos cuenta de que estamos idealizando a alguien nos detengamos y empecemos a ver objetivamente a esa persona y aceptarla tal cual es, con sus virtudes y defectos, no imponiéndole ser lo que no son. Eclesiastés 7:20 dice “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.” Es irracional buscar la perfección humana en un mundo tan imperfecto.
Algunos de los peligros de idealizar son:
- Obsesionarse con la persona idealizada: suele pasar que cuando hemos puesto en un pedestal a una persona, corremos el riesgo de volvernos obsesivos, de perseguirla, acosarla y asfixiarla. Al final nuestro ídolo saldrá huyendo despavorido.
- Es peligroso caer en dependencia emocional pues necesitamos de esa persona para estar bien, se vuelve mi razón de vivir y si por algina razón se aleja, nos desmoronamos terriblemente.
- Desilusión exagerada: Si la persona que tenemos idealizada nos falla, podemos caer en una desilusión extrema, a tal punto que nos puede hacer que rechazamos enérgicamente al individuo en cuestión, volvernos agresivos con él o ella o sufrir una depresión profunda por el dolor tan grande que crea la decepción.
Tal vez creas que esto es algo extremo y hasta exagerado, pero déjame decirte, la idealización es extrema y exagerada al igual que las reacciones que genera. La Biblia nos dice: “…Maldito el hombre que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová…Bendito el varón que confía en Jehová …” Jeremías 17: 5ª; 7ª. Quien idolatra a otro ser humano se expone al más grande sufrimiento forjado por su propio autoengaño y falta de sabiduría.
Idealizar es vestir a alguien de un personaje inventado en mi mente, poner características de ensueño sobre una persona y esperar ver que lo soñado se haga realidad; es más, comúnmente, cuando el idealizado se cae del altar donde le pusimos, dificilmente podemos volver a ponerlo en el mismo lugar y nos acostumbramos a andar por la vida subiendo en altares a seres humanos mortales e imperfectos y viéndolos desplomarse una y otra vez al suelo.
Libérate de la mala práctica de idealizar a la gente, conócelos, acéptalos tal como son, ámalos con sus cualidades y desperfectos y no demandes perfección, es algo que no podemos esperar de nadie ni aún ofrecerle a nadie jamás.