El peligro de hacer suposiciones.


Te ha pasado que ves a alguien hablando con otra persona, ese alguien te mira y de inmediato supones que están hablando mal de ti? Bueno, muchos de nosotros hemos pasado por este tipo de suposiciones que, en su mayoría, terminan siendo falsas.
Suponer puede ser muy peligroso. Cuenta la historia que en 1925, mientras Bulgaria y Grecia pugnaban unos territorios Macedonios, un soldado griego, que sacó a pasear a su perro, tuvo el desafortunado acontecimiento de que su mascota se escapara y decidiera cruzar la frontera con Bulgaria. El soldado, tratando de recuperar a su can, pasó la frontera y allí fue abatido por las balas búlgaras. Ellos supusieron que el militar griego pretendía atacarlos o espiarlos y esto los llevó a cometer un grave error que desató otra sangrienta guerra más (ya que habían tenido muchas guerras antes por esta misma razón).
Hoy en día, esta guerra se conoce como la guerra del perro callejero, una guerra basada en una suposición. Cuando nosotros hacemos suposiciones, quizás no veamos tragedias tan grandes como la muerte de alguien, pero lo que sí es un hecho es que toda suposición fuera de contexto daña todo tipo de relaciones (laboral, social, matrimonial, etc.)
¿Qué pasa por nuestro corazón cuando suponemos? Son muchos los sentimientos y pensamientos que nos mueven a suponer: nuestras situaciones internas no resueltas nos mueven a realizar conjeturas con frecuencia, los celos, la paranoia, las inseguridades, los sentimientos de inferioridad o superioridad, el temor al qué dirán, el orgullo, el ego lastimado etc. son factores que nos mueven a conjeturar, sin embargo, la manera sabia y prudente para no hacer falsas suposiciones basadas en juicios injustos es preguntar.
La Biblia dice: “Pero seré misericordioso
únicamente si abandonan sus malos pensamientos y sus malas acciones, y
comienzan a tratarse el uno al otro con justicia;”
Jeremías 7:5 NTV
Nuestra idiosincrasia costarricense tiene una peculiaridad en este aspecto: en ocasiones nos preocupa, nos da miedo o no nos gusta ser directos, preferimos suponer, hacer nuestras propias conjeturas y reaccionar de acuerdo a lo que decidimos creer en vez de preguntar. Esto nos ocasiona roces tontos con la gente. Nuestros prejuicios, paradigmas, contextos de vida, religión y filosofía participan activamente cuando hacemos una suposición. Por ejemplo, si un hombre machista ve conducir un auto a una mujer y ésta comete una imprudencia, inmediatamente pensará “tenía que ser mujer para conducir tan mal”. Él no preguntó qué sucedió, simplemente juzgó y supuso. Otro ejemplo podría ser de una mujer que tiene mucho rencor y odio contra los hombres y cuando un varón se le acerca para hacerle alguna pregunta, inmediatamente piensa que quiere aprovecharse de ella, por lo tanto ella contesta de mala manera y lo rechaza o ignora.
Seamos más inteligentes y aprendamos a preguntar antes de suponer, que nuestras fantasías no nos jueguen una mala pasada; que no terminemos siendo el soldado que iba tras el perro o los francotiradores que lo mataron por suponer lo que no era. Sería maravilloso que antes de suponer, pensemos muy bien y preguntemos; que podamos con propiedad afirmar lo mismo que dijo el salmista al escribir:
“Pues
mis palabras son sabias y mis pensamientos están llenos de buena percepción.”
Salmo 49:3 NTV