Pastora Grethel Quesada Quesada grethelquesadaq@hotmail.com

Hace unos días, un señor mayor le mostraba una casa a una familia con el afán de vendérsela. La casa era hermosa, demasiado bella, sobrepasaba y por mucho las expectativas de dichas personas.

Mientras recorrían la cocina, la mujer, quien se sentía sumamente emocionada y que estaba prácticamente convencida de que esa era la casa de sus sueños, escuchó decir al dueño de la vivienda (un adulto mayor, residente de una zona rural y muy directo a la hora de hablar): “Vea señora, usted que es mujer tiene que saber que este fregadero de platos está nuevo, nunca ha sido usado”.

La mujer, quien se cataloga por ser una incisiva luchadora a favor de los derechos de las mujeres, de su independencia, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y fehaciente enemiga de la misoginia y el machismo, al escuchar esa frase sintió que un cubo de agua fría cayó sobre ella y sus emociones comenzaron a contrariarse de inmediato, sin embargo, ella decidió pasar por alto lo que evaluó como una ofensa inconsciente.

Minutos después, en el segundo piso de la casa, el hijo de este hombre, de unos 25 años y que los acompañaba en el recorrido, llamó la atención de los presentes para que advirtieran el excelente sistema de internet que tenía la casa. Cuando la mujer atendió su llamado y acudió a él para hacerle algunas preguntas al respecto, el joven se dirigió a ella diciéndole: “Perdón señora, es con su esposo, no con usted”.

Ahora sí era inevitable la molestia de la mujer ante la evidente racha de machismo de la que estaba rodeada. La mujer tomó a su hija de la mano, bajó las escaleras de la casa y esperó en la sala deseando irse pronto de allí; lo que al principio parecía un palacio para esa mujer, se convirtió en una cueva mal oliente de cavernícolas.

Esta historia revela algo que existe en nuestras vidas a flor de piel pero, que no siempre entendemos o percibimos con claridad, me refiero a nuestros sistemas de creencias.

Por definición, sistema de creencias es lo que opinamos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la vida, es decir, es nuestro paradigma personal. Un paradigma personal es un lente con el que logramos interpretar todo lo que vemos a nuestro alrededor.

Si volvemos a la historia inicial, podemos determinar que tanto la mujer como los caballeros en cuestión, tenían paradigmas muy diferentes en cuanto a la forma de ver la vida y esto creó una brecha tan grande que el sueño de comprar y a la vez vender una casa se esfumó.

Los sistemas de creencias son fomentados en nosotros desde la niñez. La cultura familiar, la comunidad inmediata, la educación, las experiencias de vida van forjándolos en nosotros mismos hasta hacernos pensar como lo hacemos. Para ejemplificar lo anterior, podemos decir que si un niño y una niña crecen en un sistema familiar en el que el padre goza de privilegios masculinos, es agresor y controlador, es muy posible que los niños crezcan pensando que la agresión (ya sea para propinarla o recibirla) es algo “normal” y lo practicarán, ya sea convirtiéndose en víctimas o victimarios. Pero si por el contrario, si dichos niños viven en un hogar funcional, equitativo y respetuoso, copiarán el ejemplo de sus padres y tendrán vidas más saludables a todo nivel.

Algunos sistemas de creencias son buenos para nosotros, por ejemplo aquellos basados en valores y habilidades blandas (respetar para que nos respeten, la amabilidad y la cordialidad abren más puertas que los gritos, la pereza lleva a la pobreza, etc); pero existen otros que lo que hacen es limitarnos y separarnos del destino exitoso que todos podemos tener.

Es importante evaluar muy bien nuestros sistemas de creencias y hacer una reestructuración de los mismos de ser necesario.

¿Cómo se hace esta reestructuración?

1) Has una lista de todas aquellas creencias que son veraces para ti, ya sean aprendidas en la niñez o en la etapa adulta.

2) Cuando tengas la lista hecha, identifica cuáles de esas creencias violentan tus derechos como persona o los de los demás. También establece cuáles de ellas están basadas en antivalores tales como ira, odio, amargura, frustración, rencor, enojo, etc.

3) Determina comprometidamente deshacerte de esas creencias que identificaste como inapropiadas.

4) Trabaja en ti misma(o) sembrando nuevas creencias fundamentadas en desarrollo personal, autoestima, amor, familia, trabajo diligente, paz, armonía, etc.

5) Transmite generacionalmente éstas nuevas creencias.

Una persona que se responsabiliza con prontitud de sus sistemas de creencias, llega a ser tierra fértil para el semillero de una próxima generación, más sana y sabia.

Fortalece tu mente y corazón con todo lo que edifique tu vida y derriba lo que te daña, sigue el consejo de la Biblia que está en Filipenses 4:8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en eso pensad”

DEMOS UN VISTAZO A NUESTRO SISTEMAS DE CREENCIAS

4 abril, 2021 10:51 am

Pastora Grethel Quesada Quesada grethelquesadaq@hotmail.com

Hace unos días, un señor mayor le mostraba una casa a una familia con el afán de vendérsela. La casa era hermosa, demasiado bella, sobrepasaba y por mucho las expectativas de dichas personas.

Mientras recorrían la cocina, la mujer, quien se sentía sumamente emocionada y que estaba prácticamente convencida de que esa era la casa de sus sueños, escuchó decir al dueño de la vivienda (un adulto mayor, residente de una zona rural y muy directo a la hora de hablar): “Vea señora, usted que es mujer tiene que saber que este fregadero de platos está nuevo, nunca ha sido usado”.

La mujer, quien se cataloga por ser una incisiva luchadora a favor de los derechos de las mujeres, de su independencia, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y fehaciente enemiga de la misoginia y el machismo, al escuchar esa frase sintió que un cubo de agua fría cayó sobre ella y sus emociones comenzaron a contrariarse de inmediato, sin embargo, ella decidió pasar por alto lo que evaluó como una ofensa inconsciente.

Minutos después, en el segundo piso de la casa, el hijo de este hombre, de unos 25 años y que los acompañaba en el recorrido, llamó la atención de los presentes para que advirtieran el excelente sistema de internet que tenía la casa. Cuando la mujer atendió su llamado y acudió a él para hacerle algunas preguntas al respecto, el joven se dirigió a ella diciéndole: “Perdón señora, es con su esposo, no con usted”.

Ahora sí era inevitable la molestia de la mujer ante la evidente racha de machismo de la que estaba rodeada. La mujer tomó a su hija de la mano, bajó las escaleras de la casa y esperó en la sala deseando irse pronto de allí; lo que al principio parecía un palacio para esa mujer, se convirtió en una cueva mal oliente de cavernícolas.

Esta historia revela algo que existe en nuestras vidas a flor de piel pero, que no siempre entendemos o percibimos con claridad, me refiero a nuestros sistemas de creencias.

Por definición, sistema de creencias es lo que opinamos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la vida, es decir, es nuestro paradigma personal. Un paradigma personal es un lente con el que logramos interpretar todo lo que vemos a nuestro alrededor.

Si volvemos a la historia inicial, podemos determinar que tanto la mujer como los caballeros en cuestión, tenían paradigmas muy diferentes en cuanto a la forma de ver la vida y esto creó una brecha tan grande que el sueño de comprar y a la vez vender una casa se esfumó.

Los sistemas de creencias son fomentados en nosotros desde la niñez. La cultura familiar, la comunidad inmediata, la educación, las experiencias de vida van forjándolos en nosotros mismos hasta hacernos pensar como lo hacemos. Para ejemplificar lo anterior, podemos decir que si un niño y una niña crecen en un sistema familiar en el que el padre goza de privilegios masculinos, es agresor y controlador, es muy posible que los niños crezcan pensando que la agresión (ya sea para propinarla o recibirla) es algo “normal” y lo practicarán, ya sea convirtiéndose en víctimas o victimarios. Pero si por el contrario, si dichos niños viven en un hogar funcional, equitativo y respetuoso, copiarán el ejemplo de sus padres y tendrán vidas más saludables a todo nivel.

Algunos sistemas de creencias son buenos para nosotros, por ejemplo aquellos basados en valores y habilidades blandas (respetar para que nos respeten, la amabilidad y la cordialidad abren más puertas que los gritos, la pereza lleva a la pobreza, etc); pero existen otros que lo que hacen es limitarnos y separarnos del destino exitoso que todos podemos tener.

Es importante evaluar muy bien nuestros sistemas de creencias y hacer una reestructuración de los mismos de ser necesario.

¿Cómo se hace esta reestructuración?

1) Has una lista de todas aquellas creencias que son veraces para ti, ya sean aprendidas en la niñez o en la etapa adulta.

2) Cuando tengas la lista hecha, identifica cuáles de esas creencias violentan tus derechos como persona o los de los demás. También establece cuáles de ellas están basadas en antivalores tales como ira, odio, amargura, frustración, rencor, enojo, etc.

3) Determina comprometidamente deshacerte de esas creencias que identificaste como inapropiadas.

4) Trabaja en ti misma(o) sembrando nuevas creencias fundamentadas en desarrollo personal, autoestima, amor, familia, trabajo diligente, paz, armonía, etc.

5) Transmite generacionalmente éstas nuevas creencias.

Una persona que se responsabiliza con prontitud de sus sistemas de creencias, llega a ser tierra fértil para el semillero de una próxima generación, más sana y sabia.

Fortalece tu mente y corazón con todo lo que edifique tu vida y derriba lo que te daña, sigue el consejo de la Biblia que está en Filipenses 4:8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en eso pensad”