La trampa de las justificaciones


Pastora Grethel Quesada Quesada grethelquesadaq@hotmail.com
En 1939, se dio la Segunda Guerra mundial la cual se basó en principios, en una mentira justificada por un anhelo que albergaba Adolfo Hitler. El deseaba invadir Polonia a cualquier costo pero no había razón alguna de peso para hacerlo. Él ideó un plan y divulgó una gran cantidad de mentiras por toda Alemania a través de la radio.
Eso enardeció al pueblo alemán el cual aplaudió el deseo de su gobernante de atacar Polonia. Aunado a eso, un hombre seguidor del partido nazi, decidió disfrazarse de soldado polaco junto con otros seis partidarios suyos. Tomaron como rehén a un granjero polaco y lo drogaron, lo llevaron a una radio alemana y allí, a través del mensaje “esta es una invasión” simularon la irrupción de Polonia en Alemania y ¡bingo! Ahí estaba la justificación perfecta para atacar a Polonia.
A partir de ese día, dio inicio la terrible Segunda Guerra Mundial, la cual dejó miles de miles de víctimas. El deseo de un gobernante de colonizar Polonia, hizo que acciones completamente reprochables justificaran una de las peores guerras del mundo. Este hombre fue movido por su ego inflado y hambre de poder; realizó terribles acciones y para todas ellas tenía una justificación bien argumentada con la cual convencía a sus seguidores de que hacían lo correcto a pesar de que las atrocidades estaban expuestas la luz del día.
Quizás nosotros no vayamos a provocar una guerra cuando justificamos nuestras malas acciones pero si nos sinceramos, llegaremos a darnos cuenta de que muchas veces hemos hecho cosas incorrectas y las hemos justificado de inmediato, intentando convencernos de aquel viejo dicho cita “el fin justifica los medios”.
Situaciones como justificar a una persona que se enfurece y agrede a otra porque estaba de “malas” y perdió el control o que se justifique el que a una mujer la agredan sexualmente porque usaba minifalda, son justificaciones que lo único que hacen es librar de responsabilidad a quien no tiene el carácter necesario para enfrentar sus propios
hechos. Es muy peligroso encontrar excusas para todo lo que hacemos mal y pasar por alto el hecho de que somos
responsables de nuestras propias acciones.
Hoy en día, es común escuchar gente justificando los actos más terribles y no solo los suyos propios, sino también los
de otros, volviendo víctimas a los victimarios y viceversa. La Biblia habla claramente sobre esta situación en Proverbios 17:15 Traducción Lenguaje Actual: “Dios no soporta dos cosas: que el culpable sea declarado inocente, y que el inocente sea declarado culpable.” El significado de la palabra justificar evoca a la elaboración de argumentos para probar que lo que se hizo o dijo es válido y correcto, aunque dicha acción sea socialmente censurable. Incluso tenemos esta práctica impresa en cuentos infantiles, historias como las de Robin Hood al que
llamaban “El ladrón de los pobres” ya que los pueblos necesitados justificaban sus hurtos a los ricos con tal de que
éste les proveyera de dinero y bienes de la realeza.
Toda acción debemos pesarla en la balanza de nuestra
moral y principios antes de realizarla. El problema principal de la justificación de las malas acciones es el ego, el
egoísmo y en el propio deseo de hacer la propia voluntad, es por eso que, cuando alguien quiere hacer algo incorrecto, se da la tarea de argumentar el por qué debe consumarlo aunque sea reprobable a los ojos de los demás,
en síntesis, da razones excusables para hacer “lo que le da la gana”. La biblia dice en Isaías 5:20 “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno; y a lo bueno, malo! Consideran las tinieblas como luz, y la luz como tinieblas. Consideran
lo amargo como dulce, y lo dulce como amargo”.
Cuando justificamos nuestras malas acciones, estamos llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno y esto es sumamente peligroso. Pero, ¿Cómo empiezan las justificaciones? Con excusas y regularmente con la frase “Yo sé que está mal lo que hice pero lo hice porque…” Si sueles justificar todo lo que haces aunque eso implique que en el camino quede gente herida, examínate bien, el fin no justifica los medios si éstos se fundamentan en alimentar
el ego o hacer lo que quiero por placer, por conveniencia o por falta de carácter; eso simplemente es justificar
lo injustificable.