Las personas cambian la forma en que ven la enfermedad, el virus y las vacunas cuando se ha experimentado el riesgo de vida

Por: Jose Mairena Morera CCSS

Vecinos de San Carlos que estuvieron internados por covid coinciden en hacer un llamado a la población para que se vacunen y se cuiden con el objetivo de que eviten la triste la experiencia que ellos tuvieron.

Su clamor se recoge en el relato cuando responden qué aprendieron de la experiencia de estar internados por covid y ellos, si bien agradecen a los equipos de salud el salvarles la vida, aseguran que no le desean a nadie esa sensación de vulnerabilidad, sobre todo al ver a personas morir en los salones.

Para el doctor Mario Mora Ulloa director de la “Dirección de desarrollo de los servicios de Salud” el hecho de compartir experiencias de los pacientes internados cambia la percepción del riesgo del público general sobre la enfermedad.

El médico afirma que cuanto más cerca esté la enfermedad de nosotros más comprendemos su efecto y comprensión, por lo tanto, la actitud cambia cuando la enfermedad llega a nuestra vida o cuando somos empáticos y escuchamos el testimonio de pacientes y se proyecta su aprendizaje en la vida propia.

El director del hospital San Carlos Dr. Edgar Carillo Rojas señala la gran labor que hace el personal de salud para el abordaje integral de pacientes, lo que permite que la mayoría de las personas retomen la recuperación después de la crisis y puedan contar su historia.

Sin embargo, el médico insiste en señalar la importancia del cuidado personal antes y después de vacunarse, pues es parte de la responsabilidad social de cada quien, pues cada uno de los miembros de la comunidad debe saber que su acción contribuye a que los servicios de salud tengan margen de acción oportuna para las personas que llegan a emergencias.

Cinco testimonios para aprender en la experiencia de la gente recuperada. Este texto recoge el testimonio de personas que estuvieron internadas y expresan en sus propias palabras el cambio de mentalidad respecto al virus, la enfermedad y la vacuna tras superar la enfermedad.

(Jorge Guerrero, cinco días internado) soy ingeniero topógrafo sin factores de riesgo. Siempre he pensado que mi sistema inmunológico es fuerte porque casi nunca me enfermo de nada. Una gripe una rara vez que me quitó con dos pastillas y listo. Siempre pensé que si llegaba a enfermarme de covid me daría leve. Al inicio fue fiebre y temperaturas muy altas, mucho sudor y dolor de cuerpo una noche sudé tanto que mi figura quedó marcada en la cama. Tuve que cambiarme la ropa cuatro veces porque el sudor la humedecía. Aun así pude soportar la enfermedad en la casa.

Dos días después de haber terminado la orden sanitaria cuando supuestamente ya no había problemas, me desperté agitado de madrugada, no podía respirar, mi nivel de oxígeno en sangre era de 82, dicen que menos de 92 es de emergencia, no sé cómo pude calmarme y en la mañana fui al hospital. Me pusieron oxígeno. Me hicieron una placa de tórax. Dos exámenes diferentes de sangre. Después de un rato me dijeron que debía quedarme internado ya que la infección había llegado a mis pulmones.

En los salones me impactó el sonido de los equipos de oxígeno de los otros compañeros. Algunas personas necesitan mucha presión para que el oxígeno entre a sus pulmones.

Gracias a Dios lo mío fue leve, yo tuve una cánula con oxígeno en 4% por 2 días, luego me la bajaron a 2% y al responder bien, me la quitaron, aunque sí supe lo que es tratar de respirar y no poder hacerlo por mí mismo. Bajé mucho peso, perdí capacidad pulmonar y hasta me afectó la vista, tuve que hacerme lentes nuevos ya que aumentó mi miopía.

Es impresionante ver a alguien pelear contra esa infección durante horas y perder la batalla, me tocó ver a dos personas morir a mi lado por eso.  Las personas parecen estables y entran en gravedad y en cuestión de minutos fallecen.

Estaba hablando con un hombre joven que no parecía tan enfermo. Le conté que me dieron la salida. Se alegró por mí. Fui a quitarme la ropa de hospital y a ponerme la mía y, cuando volví para despedirme de todos los del salón, ya estaba muerto. Eso me impactó muchísimo. Es un mensaje de lo frágil que puede ser la vida frente al covid.

El punto es que debemos actuar como si todos tuviéramos covid. Prefiero ser desconfiado y cuidarme que ser confiado y volver a pasar por esto. Yo busco que todos estemos vacunados y que sigamos protegiéndonos porque puede volver a darnos… La vacuna no es garantía de que no nos vayamos a contagiar, pero vamos a tener más oportunidades de salir con vida.

(Clara Morera, 10 días internada) Soy fuerte. Hago deporte. Tengo cuatro años de correr. No soy población de riesgo, ni tenía la edad para vacunarme. En mis adentros me sentía segura, pero el virus me atrapó.

Es como si alguien nos esté estrangulando en cada instante. Una sensación de sofoco de la que no podemos huir. Sí, la vida me dio un vuelco en un instante. Si la gente sabe mi historia, quisiera que comprendan la importancia de cuidarse, para que la mente les dé un vuelco y puedan protegerse antes de enfermarse.

Estuve internada diez días en el hospital. Para dar un ejemplo de cuán mal me sentía, iba al baño y no sabía si podría regresar. Ir al baño era como hacer una maratón. ¿Se imagina? Yo, deportista y saludable, la orientadora de sonrisa dulce como dicen mis alumnos con cariño estaba en el hospital tratando de dar mi mejor cara, pero esta vez hasta sonreír era un esfuerzo.

Desde la cama hospitalaria trata de dar ánimo a la familia. Proyectaba en los ojos toda la fuerza que tenía Tres hermanos estuvimos al mismo tiempo internados en dos hospitales y uno había estado antes en el CEACO. Otro de ellos había estado internado unas semanas antes. Sí, eso fue difícil, pero lo más difícil, lo que más te impacta. es ver morir a una persona en el salón.

El silencio cuando recogen el cuerpo es un silencio que te hiela. Te enfrenta a la situación de pandemia con toda la crudeza y te hacer consciente del propio riesgo de estar enfermo, aunque uno no se sienta tan grave. Son experiencias fuertes.  La necesidad de oxígeno nos planta la duda si podremos recuperarnos por completo.

Ahora me siento bien. Todos mis hermanos están bien, pero cuando veo las noticias sé lo que sufren los que están internados y sus familias. Y sigo rezando por ellos, sin conocerlos, sin saber sus nombres, porque sé su dolor y su angustia. En el hospital rezábamos por los que fallecen alrededor, alejados de su familia, pero acompañados de nuestras oraciones. En la casa seguimos rezando.   Una vez que salimos hicimos un zoom para rezar el rosario en fámula y luego se unieron amigos y más familiares. Lo tenemos tenidos abierto desde entonces. Y las familias de nuevos enfermos nos piden que recemos por ellos. Y allí estamos, porque sabemos que hubo también gente que rezó por nosotros.

Creo que tenemos una responsabilidad social y familiar que suena como campanas cada día. Me parece egoísta no vacunarse.

Cuando la gente dice que no quiere vacunarse lo hace con todo el gusto del aire de sus pulmones. Pero cuando uno apenas puede hablar, lo que uno quiere es salud, hacer lo que sea por la salud propia y por los demás.

El esfuerzo del hospital es inmenso. Es admirable ver el abordaje del equipo integral para atender a cada enfermo. Mis hijos son voluntarios en las campañas de vacunación. Estoy tan orgullosa de ellos. Porque sé que esto que viví es una experiencia para todos. Tenemos que hacer lo que sea necesario para cuidarnos y para evitar nuevos enfermos.

(Ronald Morera, 10 días en CEACO. Hermano de Clara) Eternamente agradecido con Dios por darme una oportunidad más para compartir con mis seres queridos luego de un mes de lucha, de los cuales 10 días los pase en CEACO por una deficiencia respiratoria.

En mi profesión de periodista y como padre de familia, les aseguro que me cuide a lo máximo, reconozco que siempre tuve dudas del supuesto virus…, pero, fue inevitable. En la cobertura de una manifestación de un grupo de docentes, me sentí descompasado, algo extraño experimentaba mí cuerpo, por lo que acudí al ebáis de Ciudad Quesada donde una doctora muy amable me aplicó la prueba COVID-19.

La noticia no tardo de llegar: ¡positivo!, a cinco días de la orden sanitaria me empezó a faltar el aíre, un médico amigo me recomendó ir a la sala COVID que se habilitó en el servicio de emergencias del Hospital San Carlos para un chequeo general.

Luego de 12 horas en observación, me informaron que mi situación no era la mejor y la noticia fúnebre que nadie le gusta escuchar “será trasladado a CEACO donde tienen los equipos que usted requiere”.

Como comunicador sabía que había dos formas de salir de CEACO; en una bolsa plástica o caminado, pero con una serie de deficiencias médicas…, me preocupaba mi familia, mi esposa, mis dos hijos, José Gabriel, Matías Jesús, que aún están pequeños, por lo que me llené de valor, y me propuse que la única opción era regresar con vida, fortalecido y con unas ganas de vivir.

En CEACO me encontré a verdaderos ángeles, quienes me acompañaron en todo momento y me enseñaron la inmensidad de la humanidad en medio de la vulnerabilidad. También experimente el poder de la oración; que me enviaron mis amigos, compañeros y familiares.

Cuando regrese a mí casa…, me recibieron con fiesta, con mucha alegría, el abrazo a distancia y los mejores deseos abonaron aún más mis ganas de vivir.

Por medio de mi trabajo como periodista de TVN Noticias de Canal 14 en San Carlos en cada cobertura relacionada a la pandemia insisto en la importancia de cuidarnos y proteger a nuestros seres queridos.

Después de varios meses de mi recuperación, uno de los momentos más dolorosos, fue tener a tres de mis hermanos hospitalizados al mismo tiempo por el COVID-19, pensé lo peor pero también en la grandeza de Dios.

Al ser único que no tenía orden sanitaria, estaba de asistente de mis hermanas que estaba en sus casas.

Al visitar a mi madre, me percaté que mi hermana Noelia, su condición no era la mejor, se le dificultaba respirar hasta el punto de que se descompensó por completo, por lo que tomé la decisión, de forma arbitraria, de llamar al 911 y solicitar un traslado y al hospital un espacio…, yo sabía lo que estaba viviendo mi hermana, era desesperante, ya lo había experimentado. Lo más triste fue, que mientras Noelia se subía a la ambulancia sus hijos le gritaban que la amaba…, yo temía lo peor.

Ese mismo día, visite a mi hermana Clara Luz y su situación no era la mejor; descompensada, deshidratada y sin ganar de comer, por lo que le comunique “que Noelia había sido trasladada al Hospital San Carlos y que ella también”. Le di indicaciones a mi sobrino para que llamara al 911 mientras yo solicitaba otro espacio en el hospital, si bien, no había campo, nos hicieron un espacio.

Al día siguiente, mi hermano Roy era hospitalizado por COVID-19 en el Hospital de Los Chiles, fue un momento de desesperación y doble rodilla con mi esposa para que Dios tomará la salud de mis hermanos y de mi madre quien sufría en silencio.

Los gestos de amor, de cariño y de solidaridad se hicieron sentir por lo que estaré eternamente agradecido. Gracias a Dios, hoy, mis hermanos y yo podemos contar esta historia de victoria contra COVID-19 y vivimos a plenitud nuestras vidas. Con mi testimonio, instó a todos a cuidarse, a protegerse y a vacunarse.

(Grace Villegas Mora, 23 días internada) Salí a caminar como hago siempre y me faltó el aire. No me preocupé demasiado porque soy asmática y es sensación conocida.  Fui a la clínica por una nebulización como tantas otras veces. Salí sin dinero y sin teléfono porque creía que regresaría en un ratito. En la puerta mi hija me dijo “Te amo” y yo le contesté “Ahorita regreso”.

“No le gusta cómo se escuchan sus pulmones”, me mencionó la doctora en la clínica cuando me indicó que me referiría al hospital. Se hizo de noche y, cuando pregunté a qué hora podría marcharme, me informaron que me estaban buscando cama porque quedaría internada. Allí caí en cuenta de que tenía covid-19 y ahora yo era un número de casos contagiados de los que hablan en las noticias.

Yo soy cuidadora de pacientes, sé cuándo alguien no puede valerse por sí mismo. En los días más oscuros de mi internamiento yo no podía ni mover el brazo, ni era capaz de darme vuelta para ponerme de lado porque, simplemente, no podía respirar.

Cada vez necesitaba más oxígeno y mi inmovilidad era menor. Estaba sin acción. Estaba totalmente tomada por el virus. Uno quiere vivir, tiene familia y obligaciones, pero el cuerpo no responde al tratamiento. Esta vez era yo la que ocupaba ayuda para bañarme, para alimentarme, para todo. ¿Qué más sigue?, me preguntaba. Quería vivir, podía reconocer ese deseo desesperado, pero eso ya no dependía de mí. Mi mente latía fuerte en un cuerpo que ya no me respondía y parecía que me abandonaba.

Supe que deseaban trasladarme a San José por las complicaciones. No quería eso porque el control del asma lo había logrado en el Hospital San Carlos después de mucho sufrir. Si me sacaban del hospital, sentía que moriría. Aunque cada día era peor que anterior hubo un momento cuando pensé lo peor. Ya no tenía fuerzas, el ánimo era bajo, la incertidumbre estaba adueñándose de mi mente. Soy asmática, sé lidiar con la asfixia, pero esto es diferente. Es mucho peor de cualquier historia que uno haya imaginado.

Además, estuve unos días en aislamiento por contagio de una bacteria y eso también me afectó el ánimo. Estaba disminuida y débil, además estaba sola, fueron quince días de gravedad progresiva y ya no encontraba la salida en el laberinto de la mente.

La idea de la muerte me llegó al ver morir a los compañeros de cuarto más graves y menos graves que yo.  Nunca imaginé el nivel con el virus puede avanzar. Creía que eso era una exageración, pero lo comprobé estando en el hospital.

Hay días en que todo parece tranquilo y súbitamente alguien entra en crisis y fallece en horas. Es una acción rápida, como ver caer una fruta del árbol y, por madura, se esponja. Si la morgue está llena los embolsan delante de todos. Los retiran. De inmediato desvisten y sanitizan la cama y, en minutos también, llega otra persona a ocuparla.  Y uno los mira y se pregunta quién será el siguiente. Pensaba que yo podría ser la próxima y que eso podría ocurrir en cualquier momento.

Mi vida se la debo al haberme vacunado la primera dosis. En algún momento me pareció que debía hacerlo por si acaso. Eso me salvó porque estuve muy mal, mucho, los síntomas eran cada vez más graves y los medicamentos no me hacían nada y llegué al límite de tener que usar un antibiótico de amplio espectro. Sentía como si tuviera las horas contadas. Me salvó que el personal estuvo conmigo. Me salvó mi deseo de llegar a recuperarme para estar con mi familia. Me salvó el deseo de seguir protegiendo a mi hija. Ella está grande, es valiente, pero todavía me necesita.

Debo confesarlo. Yo era escéptica. No creía en la enfermedad y no creía en la vacuna. No creía que le virus fuera tan terrible, que afectara tan distinto a cada persona, que nos afectara de tal modo que nos llevara al límite, al punto de creer en que saldría para el cementerio en una bolsa.

Ahora pienso diferente, ya entendí la seriedad del asunto. Ahora pido a la gente que se vacune y se cuide. Yo sé lo terrible, lo cruel que es la enfermedad, por eso comparto lo que siento, para que otros no enfermen.

Estoy feliz de estar en la casa. Voy recuperándome poco a poco. Todavía me agito al caminar. Estoy confiada en que pueda ser como antes, aunque sé que nunca seré la misma, porque lo ahora sé que esta enfermedad es fuerte, es aplastante, te derrota, y tienes que comenzar de nuevo, más limitada y cuidadosa, a recuperar lo que nos queda. Me siento bien. Estoy optimista y agradecida. Estar en la casa es un triunfo.

Le pido a la gente que se proteja para que no tenga que pasar lo que yo pasé y, sobre todo, para darse cuenta de la belleza de poderle responder a los hijos que también los amamos y que vamos a hacer todo lo que hay que hacer para estar con ellos. (documento adjunto: audio del testimonio de Grace)

(Saul Jarquín Espinoza, 34 días internado) Di positivo de covid-19 en mayo.  Me llevaron al hospital Upala de prioridad, donde tuve que ser entubado porque no podía respirar.

Luego me trasladaron de emergencia al Hospital San Carlos. Estuve 34 días en la UCI Unidad de Cuidados Intensivos porque mi cuerpo finalmente colapsó. Me dio neumonía y me entraron muchas bacterias. Tenían que mantenerme en un coma inducido para que mi cuerpo resistiera. Los médicos me daban un 5 por ciento de probabilidades de vida.

Siempre he tomado la vida con voluntad y con valor, pero es algo muy terrible despertar desorientado, con un dolor terrible que te produce el virus en todo el cuerpo. Tenía una traqueotomía, no me podía comunicar, no podía hablar, estaba conectado a un respirador y fue muy difícil para mi familia. El impacto psicológico fue muy terrible para mí. Perdí la movilidad en un 96 por ciento después de ser una persona sana y andaba en bicicleta los fines de semana. Alguna vez escuché decir que llorar sana y ahora creo, al menos, algunas veces el llanto alivia y reconforta cuando no se puede decir una sola palabra.

Hoy cuento esta historia y quiero agradecer al grupo de médicos, también al grupo de ángeles que Dios puso en mi camino.

Gracias a Dios y a las terapias, ya me puedo movilizar por lo menos a comer, pero aún estoy en el proceso de caminar.

Por favor costarricenses, no perdamos la oportunidad de vacunarnos. Estar en una unidad de covid-19 requiere de mucho personal preparado que está ahí para salvaguardar las vidas y pedirle a Dios que nos ayude, porque el covid-19 es algo serio.

Por favor, costarricense, acudamos a la campaña de vacunación porque las vacunas nos preparan para que el covid-19 no nos dé tan severo como me dio a mí. A mí no me habían vacunado aún porque no me tocaba por mí, por mi edad. Pero usted tiene la oportunidad de vacunarse, por favor, la vacuna salva vidas.

Lo que aprendí tras mi internamiento por covid

30 agosto, 2021 7:09 pm

Las personas cambian la forma en que ven la enfermedad, el virus y las vacunas cuando se ha experimentado el riesgo de vida

Por: Jose Mairena Morera CCSS

Vecinos de San Carlos que estuvieron internados por covid coinciden en hacer un llamado a la población para que se vacunen y se cuiden con el objetivo de que eviten la triste la experiencia que ellos tuvieron.

Su clamor se recoge en el relato cuando responden qué aprendieron de la experiencia de estar internados por covid y ellos, si bien agradecen a los equipos de salud el salvarles la vida, aseguran que no le desean a nadie esa sensación de vulnerabilidad, sobre todo al ver a personas morir en los salones.

Para el doctor Mario Mora Ulloa director de la “Dirección de desarrollo de los servicios de Salud” el hecho de compartir experiencias de los pacientes internados cambia la percepción del riesgo del público general sobre la enfermedad.

El médico afirma que cuanto más cerca esté la enfermedad de nosotros más comprendemos su efecto y comprensión, por lo tanto, la actitud cambia cuando la enfermedad llega a nuestra vida o cuando somos empáticos y escuchamos el testimonio de pacientes y se proyecta su aprendizaje en la vida propia.

El director del hospital San Carlos Dr. Edgar Carillo Rojas señala la gran labor que hace el personal de salud para el abordaje integral de pacientes, lo que permite que la mayoría de las personas retomen la recuperación después de la crisis y puedan contar su historia.

Sin embargo, el médico insiste en señalar la importancia del cuidado personal antes y después de vacunarse, pues es parte de la responsabilidad social de cada quien, pues cada uno de los miembros de la comunidad debe saber que su acción contribuye a que los servicios de salud tengan margen de acción oportuna para las personas que llegan a emergencias.

Cinco testimonios para aprender en la experiencia de la gente recuperada. Este texto recoge el testimonio de personas que estuvieron internadas y expresan en sus propias palabras el cambio de mentalidad respecto al virus, la enfermedad y la vacuna tras superar la enfermedad.

(Jorge Guerrero, cinco días internado) soy ingeniero topógrafo sin factores de riesgo. Siempre he pensado que mi sistema inmunológico es fuerte porque casi nunca me enfermo de nada. Una gripe una rara vez que me quitó con dos pastillas y listo. Siempre pensé que si llegaba a enfermarme de covid me daría leve. Al inicio fue fiebre y temperaturas muy altas, mucho sudor y dolor de cuerpo una noche sudé tanto que mi figura quedó marcada en la cama. Tuve que cambiarme la ropa cuatro veces porque el sudor la humedecía. Aun así pude soportar la enfermedad en la casa.

Dos días después de haber terminado la orden sanitaria cuando supuestamente ya no había problemas, me desperté agitado de madrugada, no podía respirar, mi nivel de oxígeno en sangre era de 82, dicen que menos de 92 es de emergencia, no sé cómo pude calmarme y en la mañana fui al hospital. Me pusieron oxígeno. Me hicieron una placa de tórax. Dos exámenes diferentes de sangre. Después de un rato me dijeron que debía quedarme internado ya que la infección había llegado a mis pulmones.

En los salones me impactó el sonido de los equipos de oxígeno de los otros compañeros. Algunas personas necesitan mucha presión para que el oxígeno entre a sus pulmones.

Gracias a Dios lo mío fue leve, yo tuve una cánula con oxígeno en 4% por 2 días, luego me la bajaron a 2% y al responder bien, me la quitaron, aunque sí supe lo que es tratar de respirar y no poder hacerlo por mí mismo. Bajé mucho peso, perdí capacidad pulmonar y hasta me afectó la vista, tuve que hacerme lentes nuevos ya que aumentó mi miopía.

Es impresionante ver a alguien pelear contra esa infección durante horas y perder la batalla, me tocó ver a dos personas morir a mi lado por eso.  Las personas parecen estables y entran en gravedad y en cuestión de minutos fallecen.

Estaba hablando con un hombre joven que no parecía tan enfermo. Le conté que me dieron la salida. Se alegró por mí. Fui a quitarme la ropa de hospital y a ponerme la mía y, cuando volví para despedirme de todos los del salón, ya estaba muerto. Eso me impactó muchísimo. Es un mensaje de lo frágil que puede ser la vida frente al covid.

El punto es que debemos actuar como si todos tuviéramos covid. Prefiero ser desconfiado y cuidarme que ser confiado y volver a pasar por esto. Yo busco que todos estemos vacunados y que sigamos protegiéndonos porque puede volver a darnos… La vacuna no es garantía de que no nos vayamos a contagiar, pero vamos a tener más oportunidades de salir con vida.

(Clara Morera, 10 días internada) Soy fuerte. Hago deporte. Tengo cuatro años de correr. No soy población de riesgo, ni tenía la edad para vacunarme. En mis adentros me sentía segura, pero el virus me atrapó.

Es como si alguien nos esté estrangulando en cada instante. Una sensación de sofoco de la que no podemos huir. Sí, la vida me dio un vuelco en un instante. Si la gente sabe mi historia, quisiera que comprendan la importancia de cuidarse, para que la mente les dé un vuelco y puedan protegerse antes de enfermarse.

Estuve internada diez días en el hospital. Para dar un ejemplo de cuán mal me sentía, iba al baño y no sabía si podría regresar. Ir al baño era como hacer una maratón. ¿Se imagina? Yo, deportista y saludable, la orientadora de sonrisa dulce como dicen mis alumnos con cariño estaba en el hospital tratando de dar mi mejor cara, pero esta vez hasta sonreír era un esfuerzo.

Desde la cama hospitalaria trata de dar ánimo a la familia. Proyectaba en los ojos toda la fuerza que tenía Tres hermanos estuvimos al mismo tiempo internados en dos hospitales y uno había estado antes en el CEACO. Otro de ellos había estado internado unas semanas antes. Sí, eso fue difícil, pero lo más difícil, lo que más te impacta. es ver morir a una persona en el salón.

El silencio cuando recogen el cuerpo es un silencio que te hiela. Te enfrenta a la situación de pandemia con toda la crudeza y te hacer consciente del propio riesgo de estar enfermo, aunque uno no se sienta tan grave. Son experiencias fuertes.  La necesidad de oxígeno nos planta la duda si podremos recuperarnos por completo.

Ahora me siento bien. Todos mis hermanos están bien, pero cuando veo las noticias sé lo que sufren los que están internados y sus familias. Y sigo rezando por ellos, sin conocerlos, sin saber sus nombres, porque sé su dolor y su angustia. En el hospital rezábamos por los que fallecen alrededor, alejados de su familia, pero acompañados de nuestras oraciones. En la casa seguimos rezando.   Una vez que salimos hicimos un zoom para rezar el rosario en fámula y luego se unieron amigos y más familiares. Lo tenemos tenidos abierto desde entonces. Y las familias de nuevos enfermos nos piden que recemos por ellos. Y allí estamos, porque sabemos que hubo también gente que rezó por nosotros.

Creo que tenemos una responsabilidad social y familiar que suena como campanas cada día. Me parece egoísta no vacunarse.

Cuando la gente dice que no quiere vacunarse lo hace con todo el gusto del aire de sus pulmones. Pero cuando uno apenas puede hablar, lo que uno quiere es salud, hacer lo que sea por la salud propia y por los demás.

El esfuerzo del hospital es inmenso. Es admirable ver el abordaje del equipo integral para atender a cada enfermo. Mis hijos son voluntarios en las campañas de vacunación. Estoy tan orgullosa de ellos. Porque sé que esto que viví es una experiencia para todos. Tenemos que hacer lo que sea necesario para cuidarnos y para evitar nuevos enfermos.

(Ronald Morera, 10 días en CEACO. Hermano de Clara) Eternamente agradecido con Dios por darme una oportunidad más para compartir con mis seres queridos luego de un mes de lucha, de los cuales 10 días los pase en CEACO por una deficiencia respiratoria.

En mi profesión de periodista y como padre de familia, les aseguro que me cuide a lo máximo, reconozco que siempre tuve dudas del supuesto virus…, pero, fue inevitable. En la cobertura de una manifestación de un grupo de docentes, me sentí descompasado, algo extraño experimentaba mí cuerpo, por lo que acudí al ebáis de Ciudad Quesada donde una doctora muy amable me aplicó la prueba COVID-19.

La noticia no tardo de llegar: ¡positivo!, a cinco días de la orden sanitaria me empezó a faltar el aíre, un médico amigo me recomendó ir a la sala COVID que se habilitó en el servicio de emergencias del Hospital San Carlos para un chequeo general.

Luego de 12 horas en observación, me informaron que mi situación no era la mejor y la noticia fúnebre que nadie le gusta escuchar “será trasladado a CEACO donde tienen los equipos que usted requiere”.

Como comunicador sabía que había dos formas de salir de CEACO; en una bolsa plástica o caminado, pero con una serie de deficiencias médicas…, me preocupaba mi familia, mi esposa, mis dos hijos, José Gabriel, Matías Jesús, que aún están pequeños, por lo que me llené de valor, y me propuse que la única opción era regresar con vida, fortalecido y con unas ganas de vivir.

En CEACO me encontré a verdaderos ángeles, quienes me acompañaron en todo momento y me enseñaron la inmensidad de la humanidad en medio de la vulnerabilidad. También experimente el poder de la oración; que me enviaron mis amigos, compañeros y familiares.

Cuando regrese a mí casa…, me recibieron con fiesta, con mucha alegría, el abrazo a distancia y los mejores deseos abonaron aún más mis ganas de vivir.

Por medio de mi trabajo como periodista de TVN Noticias de Canal 14 en San Carlos en cada cobertura relacionada a la pandemia insisto en la importancia de cuidarnos y proteger a nuestros seres queridos.

Después de varios meses de mi recuperación, uno de los momentos más dolorosos, fue tener a tres de mis hermanos hospitalizados al mismo tiempo por el COVID-19, pensé lo peor pero también en la grandeza de Dios.

Al ser único que no tenía orden sanitaria, estaba de asistente de mis hermanas que estaba en sus casas.

Al visitar a mi madre, me percaté que mi hermana Noelia, su condición no era la mejor, se le dificultaba respirar hasta el punto de que se descompensó por completo, por lo que tomé la decisión, de forma arbitraria, de llamar al 911 y solicitar un traslado y al hospital un espacio…, yo sabía lo que estaba viviendo mi hermana, era desesperante, ya lo había experimentado. Lo más triste fue, que mientras Noelia se subía a la ambulancia sus hijos le gritaban que la amaba…, yo temía lo peor.

Ese mismo día, visite a mi hermana Clara Luz y su situación no era la mejor; descompensada, deshidratada y sin ganar de comer, por lo que le comunique “que Noelia había sido trasladada al Hospital San Carlos y que ella también”. Le di indicaciones a mi sobrino para que llamara al 911 mientras yo solicitaba otro espacio en el hospital, si bien, no había campo, nos hicieron un espacio.

Al día siguiente, mi hermano Roy era hospitalizado por COVID-19 en el Hospital de Los Chiles, fue un momento de desesperación y doble rodilla con mi esposa para que Dios tomará la salud de mis hermanos y de mi madre quien sufría en silencio.

Los gestos de amor, de cariño y de solidaridad se hicieron sentir por lo que estaré eternamente agradecido. Gracias a Dios, hoy, mis hermanos y yo podemos contar esta historia de victoria contra COVID-19 y vivimos a plenitud nuestras vidas. Con mi testimonio, instó a todos a cuidarse, a protegerse y a vacunarse.

(Grace Villegas Mora, 23 días internada) Salí a caminar como hago siempre y me faltó el aire. No me preocupé demasiado porque soy asmática y es sensación conocida.  Fui a la clínica por una nebulización como tantas otras veces. Salí sin dinero y sin teléfono porque creía que regresaría en un ratito. En la puerta mi hija me dijo “Te amo” y yo le contesté “Ahorita regreso”.

“No le gusta cómo se escuchan sus pulmones”, me mencionó la doctora en la clínica cuando me indicó que me referiría al hospital. Se hizo de noche y, cuando pregunté a qué hora podría marcharme, me informaron que me estaban buscando cama porque quedaría internada. Allí caí en cuenta de que tenía covid-19 y ahora yo era un número de casos contagiados de los que hablan en las noticias.

Yo soy cuidadora de pacientes, sé cuándo alguien no puede valerse por sí mismo. En los días más oscuros de mi internamiento yo no podía ni mover el brazo, ni era capaz de darme vuelta para ponerme de lado porque, simplemente, no podía respirar.

Cada vez necesitaba más oxígeno y mi inmovilidad era menor. Estaba sin acción. Estaba totalmente tomada por el virus. Uno quiere vivir, tiene familia y obligaciones, pero el cuerpo no responde al tratamiento. Esta vez era yo la que ocupaba ayuda para bañarme, para alimentarme, para todo. ¿Qué más sigue?, me preguntaba. Quería vivir, podía reconocer ese deseo desesperado, pero eso ya no dependía de mí. Mi mente latía fuerte en un cuerpo que ya no me respondía y parecía que me abandonaba.

Supe que deseaban trasladarme a San José por las complicaciones. No quería eso porque el control del asma lo había logrado en el Hospital San Carlos después de mucho sufrir. Si me sacaban del hospital, sentía que moriría. Aunque cada día era peor que anterior hubo un momento cuando pensé lo peor. Ya no tenía fuerzas, el ánimo era bajo, la incertidumbre estaba adueñándose de mi mente. Soy asmática, sé lidiar con la asfixia, pero esto es diferente. Es mucho peor de cualquier historia que uno haya imaginado.

Además, estuve unos días en aislamiento por contagio de una bacteria y eso también me afectó el ánimo. Estaba disminuida y débil, además estaba sola, fueron quince días de gravedad progresiva y ya no encontraba la salida en el laberinto de la mente.

La idea de la muerte me llegó al ver morir a los compañeros de cuarto más graves y menos graves que yo.  Nunca imaginé el nivel con el virus puede avanzar. Creía que eso era una exageración, pero lo comprobé estando en el hospital.

Hay días en que todo parece tranquilo y súbitamente alguien entra en crisis y fallece en horas. Es una acción rápida, como ver caer una fruta del árbol y, por madura, se esponja. Si la morgue está llena los embolsan delante de todos. Los retiran. De inmediato desvisten y sanitizan la cama y, en minutos también, llega otra persona a ocuparla.  Y uno los mira y se pregunta quién será el siguiente. Pensaba que yo podría ser la próxima y que eso podría ocurrir en cualquier momento.

Mi vida se la debo al haberme vacunado la primera dosis. En algún momento me pareció que debía hacerlo por si acaso. Eso me salvó porque estuve muy mal, mucho, los síntomas eran cada vez más graves y los medicamentos no me hacían nada y llegué al límite de tener que usar un antibiótico de amplio espectro. Sentía como si tuviera las horas contadas. Me salvó que el personal estuvo conmigo. Me salvó mi deseo de llegar a recuperarme para estar con mi familia. Me salvó el deseo de seguir protegiendo a mi hija. Ella está grande, es valiente, pero todavía me necesita.

Debo confesarlo. Yo era escéptica. No creía en la enfermedad y no creía en la vacuna. No creía que le virus fuera tan terrible, que afectara tan distinto a cada persona, que nos afectara de tal modo que nos llevara al límite, al punto de creer en que saldría para el cementerio en una bolsa.

Ahora pienso diferente, ya entendí la seriedad del asunto. Ahora pido a la gente que se vacune y se cuide. Yo sé lo terrible, lo cruel que es la enfermedad, por eso comparto lo que siento, para que otros no enfermen.

Estoy feliz de estar en la casa. Voy recuperándome poco a poco. Todavía me agito al caminar. Estoy confiada en que pueda ser como antes, aunque sé que nunca seré la misma, porque lo ahora sé que esta enfermedad es fuerte, es aplastante, te derrota, y tienes que comenzar de nuevo, más limitada y cuidadosa, a recuperar lo que nos queda. Me siento bien. Estoy optimista y agradecida. Estar en la casa es un triunfo.

Le pido a la gente que se proteja para que no tenga que pasar lo que yo pasé y, sobre todo, para darse cuenta de la belleza de poderle responder a los hijos que también los amamos y que vamos a hacer todo lo que hay que hacer para estar con ellos. (documento adjunto: audio del testimonio de Grace)

(Saul Jarquín Espinoza, 34 días internado) Di positivo de covid-19 en mayo.  Me llevaron al hospital Upala de prioridad, donde tuve que ser entubado porque no podía respirar.

Luego me trasladaron de emergencia al Hospital San Carlos. Estuve 34 días en la UCI Unidad de Cuidados Intensivos porque mi cuerpo finalmente colapsó. Me dio neumonía y me entraron muchas bacterias. Tenían que mantenerme en un coma inducido para que mi cuerpo resistiera. Los médicos me daban un 5 por ciento de probabilidades de vida.

Siempre he tomado la vida con voluntad y con valor, pero es algo muy terrible despertar desorientado, con un dolor terrible que te produce el virus en todo el cuerpo. Tenía una traqueotomía, no me podía comunicar, no podía hablar, estaba conectado a un respirador y fue muy difícil para mi familia. El impacto psicológico fue muy terrible para mí. Perdí la movilidad en un 96 por ciento después de ser una persona sana y andaba en bicicleta los fines de semana. Alguna vez escuché decir que llorar sana y ahora creo, al menos, algunas veces el llanto alivia y reconforta cuando no se puede decir una sola palabra.

Hoy cuento esta historia y quiero agradecer al grupo de médicos, también al grupo de ángeles que Dios puso en mi camino.

Gracias a Dios y a las terapias, ya me puedo movilizar por lo menos a comer, pero aún estoy en el proceso de caminar.

Por favor costarricenses, no perdamos la oportunidad de vacunarnos. Estar en una unidad de covid-19 requiere de mucho personal preparado que está ahí para salvaguardar las vidas y pedirle a Dios que nos ayude, porque el covid-19 es algo serio.

Por favor, costarricense, acudamos a la campaña de vacunación porque las vacunas nos preparan para que el covid-19 no nos dé tan severo como me dio a mí. A mí no me habían vacunado aún porque no me tocaba por mí, por mi edad. Pero usted tiene la oportunidad de vacunarse, por favor, la vacuna salva vidas.