El hombre y el mar

Rafael Sibaja
Era el primer sábado del mes de enero del 2012, el anuncio de que las ballenas y delfines que se podrían divisar bajo las bóveda celeste y el agua turquesa del océano Pacífico cerca de las cavernas de Playa Ballena, Playa Ventana y las rocas de Ballena, nos estimuló para realizar un recorrido en búsqueda de esos animales acuáticos tan especiales.
Contratamos una embarcación y al ser las dos y treinta el bote llegó al estero, tenía capacidad para 14 personas. La osadía se inicia desde que el vehículo que traslada el bote, se mete al agua salada para descargarlo, las olas muy enojadas lo atacan y el motor del jeep estornuda como si se fuera ahogar y no salir más de la arena. Sin embargo la descarga es un éxito y la salida del vehículo igualmente.
El capitán indica que todos deben quitarse los zapatos, guardar las cámaras de fotografía y cualquier otro instrumento que sea sensible al agua salada. Pues para tomar la embarcación deben adentrarse entre las olas. El marinero sostiene el bote, la ola lo golpea y el turista debe sortear el momento de montarlo. Al fin todos adentro y el viaje da su inicio.
El capitán empuja el bote, cuando el agua es un poco profunda se sube y inicia su pericia de arranque el motor. Una gran ola viene para devolverlo y aquí es el primer momento en que el capitán demuestra su habilidad, lo toma de frente, el bote queda en el aire, se hace un gran vació y cae de nuevo al agua, los turistas callan el mar con un grito ensordecedor. Ya se han superado varios obstáculos.
En las aguas tranquilas, el capitán acomoda a los turista para equilibrar el peso de la embarcación y da velocidad, esta va cortando las pequeñas ondulaciones que se forman por el movimiento del agua en el inmenso océano. Así es como se dirige a las piedras conocida como Ballena, lugar maravilloso, el agua cristalina y quieta permite profundizar y con la mirada besar la arena blanca que se observa en el fondo del mar. Todos los turistas toman fotos y experimentan la belleza de las piedra la Ballena. El celular del marinero, único instrumento que utiliza para la navegación, interrumpe la naturaleza, el marinero inicia contestando, aló, alóoo, alóooooo, es que casi no escucho, desesperada la voz de una de los turistas grita, señor ahí está la roca, cuidado le pegamos, el capitán sigue tratando de contestar la llamada, y los que van en la barcaza preocupados porque parece el capitán mira el cielo como buscando la voz del que le está llamando y se olvido de la máquina. Al fin vuelve la mirada a los turistas y les dice – me llamaron de otra embarcación, hay delfines y nos dirigimos hacia allá. Señalando con la mano, el infinito de la ondulada agua azul. A los 30 minutos aparecen la espalda negra de los delfines jugando en círculo. Era una manada de doce a quince animales gigantes. De nuevo aparecen las cámaras, los fotógrafos y el capitán complace a tripulación realizando círculos alrededor de delfines. Una de las turistas que en toda la gira no se había despegado de su teléfono enviando mensajes, abandonó su rutina y tomó fotos con el aparato.
Casi una hora después nos dirigimos a las famosas ventanas, que son impresionantes cavernas, en donde el agua del mar se adentra entre las montañas de rocas que el agua marina golpea sin compasión y pareciera que la vegetación que le cubre por encima, se desprenderá en cualquier momento, atrapando a los inocentes humanos que viajan retando la grandeza de la naturaleza. Ciento veinte cavernas hieren el corazón de la montaña. El agua marina entra y sale formando un maravilloso misterio más, pues nadie se explica la existencia de esas formaciones en esta área marina. El marinero muestra más su deseo de satisfacer a sus clientes y les ofrece cruzar por una de los arcos que existentes. Los tripulantes aceptan, el capitán coloca la embarcación en la dirección correcta y dispara la velocidad de su motor.
El sabe que el golpe fuerte de una ola la barcaza chocará contra la roca dejándola posiblemente inservible. Pero la pericia y la habilidad de hombre se pone a prueba de nuevo, los turistas gritan, los rocas contestan con un profundo quejido, en donde las aguas les golpean, al momento aparece la luz de nuevo y los ojos besan el azul del mar. La aventura fue todo un éxito. Don Antonio Quesada Vindas, que es el nombre del marinero, afirma a los turistas que solamente dos capitanes de los que existen en la zona, se atreven a realizar esa maniobra. Es hora de regresar a la arena, don Antonio cuenta el nombre de cada playa y algunas historias que han sucedido por allí. Los turistas de nuevo al agua para abandonar el bote y el vehículo de nuevo, estornudando se adentra en el mar para recoger la lancha.
Don Antonio nació en la zona de la Uvita en el año 1966, y desde niño se dedica al mar. Primero a la pesca, actividad que desaparece y se transforma en la actividad turística. Él conoce cada lamento de la mar, cada movimiento de las aguas, la dirección del viento, las aves que noche a noche llegan unas a dormir, otras a anidar en esta piedra de la Ballena Es un hombre humilde, pero que sabe lo que hace. Es maravilloso poder conocer el mar del otro lado de la playa.