IGLESIA SAN JOSE DE GOLFITO ESTA CUMPLIENDO 73 AÑOS

Mario Jiménez Amador
Cuando lo que hoy es la Parroquia de San José de Golfito inició labores en 1946 dependía de la Diócesis de Alajuela, pero de 1954 en adelante está adscrita a la Diócesis de San Isidro de El General.
Conocer las razones de esto nos permite conocer sus orígenes, importante para los Golfiteños puesto que la Iglesia forma parte intrínseca de los orígenes de este pueblo. La razón hay que buscarla poco después de la Independencia de España cuando Boruca y Térraba, los únicos pueblos de esta región durante la Colonia, pertenecían administrativamente a Cartago. Las unidades territoriales en Costa Rica fueron creadas en 1848, con lo que ambos pueblos pasaron a formar parte del cantón de Paraíso de la Provincia de Cartago, mientras la costa del océano Pacífico quedó bajo el control de la Comarca de Puntarenas, que pertenecía al cantón Esparza integrado a la Provincia de Alajuela.
Después las Ordenanza Municipales de 1862 segregaron a Boruca y Térraba de Cartago para adscribirlos a Puntarenas. Eso no significó ninguna diferencia para la nueva comunidad de Golfo Dulce, hoy Puerto Jiménez establecida en 1848, porque siempre fue atendida desde Boruca por el clero secular que estuvo ahí hasta 1898, y luego por los abnegados padres de la orden de San Vicente de Paul, alemanes.
El primer cantón creado en el Sureste fue el cantón Osa en 1914, 3º de la Provincia de Puntarenas, cuya cabecera era Buenos Aires. Sus distritos fueron Buenos Aires, Térraba, Boruca, El Pozo y Golfo Dulce.
Diócesis de Alajuela
En lo religioso la situación se mantuvo igual hasta que fue creada la Diócesis de Alajuela el 16 de febrero de 1921, Bula “Praedecessorum”, conformada con la extensión territorial de las provincias de Alajuela, Guanacaste y Puntarenas, por lo que todo el Sureste pasó a depender de la nueva sede, excepto el Valle de El General.
Era poco lo que podía hacer el nuevo obispo para atender área tan extensa por lo que Monseñor Monestel Zamora hizo esfuerzos para obtener el apoyo de alguna orden religiosa coadyuvante, hasta que alcanzó a firmar un convenio con la orden de los frailes Capuchinos Menores de Cataluña, España. Si bien el énfasis de su gestión era atender Puntarenas y Guanacaste, también debía hacerlo en el litoral del Sur pues los límites de la parroquia incluían el cantón Osa, como se ha visto
Los capuchinos se instalaron en Puntarenas en 1926, donde destacó más adelante fray Casiano de Madrid, venerado en ese lugar. Desgraciadamente por lo extenso de la diócesis los capuchinos si acaso hacían visitas anuales a esta región, por lo que los feligreses extrañaban a sus antiguos pastores, los paulinos alemanes. Por esta razón en 1933 el Obispo realizó una fugaz visita al Sureste acompañado de su secretario, el P. Delfín Quesada, y después de un diálogo muy productivo Monseñor Monestel obtuvo que los paulinos reanudaran la atención pastoral de la región, atendiendo una solicitud de la gente de Buenos Aires. Como se comprende los paulinos habían restringido su ámbito de acción al Valle de El General, el recién creado cantón Pérez Zeledón.
Tras la muerte del Obispo Monestel en octubre de 1937, fue nombrado para sucederle el P. Víctor Sanabria Martínez (1899-1952) el 12 de marzo de 1938, gloria nacional, quien ni lerdo ni perezoso dos meses más tarde dispuso visitar la región en junio de ese mismo año. En Puerto Cortés y Puerto Jiménez fue atendido por personeros de la Compañía Bananera de Costa Rica S.A., cuya presencia ya causaba impacto en el área, y prestó profunda atención al desarrollo económico y social que se daba por el establecimiento del enclave, expresando su satisfacción por lo que encontró en Puerto Jiménez más no así en Puerto Cortés, por lo que resolvió destacar en éste lugar al P. Delfín Quesada en agosto de 1938.
Prueba del énfasis que Monseñor Sanabria puso en esto, es que cuando en marzo de 1939 estableció la Coadjutoría de Quepas, no pudo nombrar sacerdote porque no los tenía en la diócesis, pero aun así mantuvo su apoyo a Puerto Cortés.
Mientras el 14 de diciembre de ese año murió el primer Arzobispo Dr. Rafael Otón Castro Jiménez, y a nadie extrañó que nombraran para sucederle a Monseñor Sanabria dadas las sobradas muestras morales e intelectuales que concurrían en él. Aunque Alajuela perdió a su Obispo, la Patria ganó a su Benemérito. Su sustituto en Alajuela fue el P. Juan Vicente Solís Fernández (…-1973), consagrado el 18 de agosto de 1940.
El Obispo Solís continuó con al apoyo a los pueblos del Sur, y el 20 de noviembre de 1941 dispuso nombrar al P. Delfín Quesada en la Coadjutoría de Quepos, pero era evidente que la demanda de servicios espirituales a lo largo de la Zona Bananera excedía la capacidad de respuesta de la Diócesis de Alajuela. En 1945 el Obispo Solís pidió al P. Eladio Sancho establecer en los Estados Unidos contacto con alguna comunidad religiosa dispuesta a coadyuvar en ese sentido, como años atrás lo habría logrado Monseñor Monestel con los capuchinos.
Golfito, corazón de la Zona Bananera
Cuando la CBCR inició operaciones en la región en 1937 lo hizo en Puerto Jiménez, comprando banano a pequeños productores ubicados a lo largo del litoral del Golfo Dulce. Sus estudios para instalarse los había iniciado una década antes, de manera que estaban muy seguros de lo que hacían, tanto en las riberas de la desembocadura del río Grande de Térraba como en la Península de Osa y Golfito.
Entre 1938 y 1941 construyeron el muelle, el ferrocarril y la infraestructura para las futuras plantaciones de la División Golfito, dividida en Distritos con sus respectivas fincas que medían entre doscientas y cuatrocientas hectáreas cada una, con su respectivo caserío capaz de albergar ciento cincuenta obreros en promedio. Estas pequeñas comunidades se localizaban en medio de los cultivos y tenían un mismo diseño, una plaza rectangular rodeada de las viviendas de los bananeros, del mandador y de las bodegas para insumos, el comisariato, una que otra pequeña escuela y el club social en caso de las proporciones de la plantación, tal y como se puede observar aún en Coto. La excesiva demanda de mano de obra del cultivo del banano hizo que la empresa ubicara lo más cerca de este a los obreros.
Finalmente, todo estuvo listo a pesar de la inminencia de la 2ª Guerra Mundial, y en marzo de 1941 se hizo la primera exportación de banano desde Golfito. Para entonces entró en su apogeo la afluencia de personas buscando trabajo en la Zona Bananera dando paso a la formación de núcleos urbanos un tanto precarios, a pesar de las prevenciones que la CBCR había tomado. Los trabajadores llegaron sin sus familias, vivían hacinados y los servicios sociales eran limitados, ya que por la naturaleza del enclave la presencia del estado costarricense era una ilusión.
Una muestra es que para enterrar a cualquiera había que hacerlo en Puerto Jiménez, donde no había sacerdote, pero cuando menos existía un cementerio a derecho. La CBCR atendía con suficiencia las necesidades religiosas de sus funcionarios estadounidenses o los considerados de confianza, pero con la masa obrera el asunto no era igual.
Los Frailes Menores Franciscanos Conventuales
Cada día la ausencia de servicios religiosos en la Zona Bananera se tornaba un problema lamentable, lo que apuntaba más que todo a la Diócesis de Alajuela, responsable de dar una respuesta.
Finalmente aparecieron los religiosos dispuestos a acudir al llamado del Obispo de Alajuela, en este caso los Frailes Menores Conventuales, quienes en marzo de 1946 enviaron a dos de su orden a explorar las condiciones, las que encontraron favorables en vista de la buena recepción de la CBCR que aportó el alojamiento adecuado y las iglesias ya construidas. Entonces la Orden dispuso el envío de seis frailes más quienes fueron a Puerto Cortés, según decisión del Obispo.
En abril de 1946 estaban en ese lugar el P. Eugenio Zwahl y el P. Basilio Cobertt pero continuaron hacia Golfito, aunque un mes después Zwahl regresó a Puerto Cortés para quedarse ahí. Mientras el 6 de julio de ese mismo año nombraron al P. David Schulze en Golfito. Para entonces ya estaban construidos el templo y la Casa Cural.
Ni que decir del impacto positivo que causó entre los miles de trabajadores bananeros poder contar con los servicios parroquiales de Golfito, porque fueran costarricenses o extranjeros como lo eran en su mayoría, estar condenados a la ausencia del alivio espiritual del credo en que fueron formados en sus lejanos hogares, era un verdadero martirio. También es justo reconocer la entrega misional de aquellos religiosos, no solo porque comprendían la dimensión de su trabajo sino por su auténtica vocación de servicio al prójimo de la que dieron sobradas muestras.
El P. Schulze hizo la apertura de los Libros de Bautizos y Matrimonios de la Coadjutoría Territorial el 14 de ese mes, en tanto que el de Defunciones hasta el 12 de octubre, los “Funerals”. El Libro 1º de Bautizos llega hasta el 19 de setiembre de 1948, el 1º de Matrimonios hasta el 14 de junio de 1953 y el Defunciones hasta el 14 de noviembre de 1966.
Estos libros contienen un extraordinario valor cultural, porque ahí está documentado el crisol étnico en que se convirtió Golfito a la sombra del enclave bananero, entrelazándose los descendientes de los chiricanos que habían llegado un siglo atrás al Golfo Dulce con los nuevos vecinos del Golfo, a saber guanacastecos, nicaragüenses, hondureños, salvadoreños y uno que otro meseteño, que conformaron un nuevo tipo de costarricense, muy particular, que hoy ocupa el espacio de lo que fue la antigua Zona Bananera.
En todo caso esa fue la génesis de la sociedad Golfiteña, a pesar de que la mayor parte de aquella gente emigró luego de la CBCR abandonó el cultivo del banano. Lo cierto es que en esos Libros están las raíces de este pueblo, por lo que deben ser valorados como parte de su patrimonio, tangible e intangible.
Administrativamente Golfito siguió perteneciendo al cantón Osa, pero no al creado en 1914 sino al que resultó de la segregación de éste para dar origen al cantón Buenos Aires, reflejo del impacto regional del cultivo del banano pues el Gobierno quiso otorgar independencia administrativa a la Zona Bananera, designando a Puerto Cortés cabecera del nuevo cantón de Osa en 1940, cantón 5º, cuyos distritos fueron Puerto Cortés, Palmar, Sierpe, Jiménez, Golfito y La Cuesta.
Entonces fue cuestión de tiempo que Golfito alcanzara la categoría de cantón, 7º de Puntarenas, segregándolo del de Osa, sus tres distritos fueron Golfito, Jiménez y La Cuesta.
El desarrollo de la región que se refleja en la división territorial no pasó desapercibido para la Iglesia Católica, que el 19 de agosto de 1954 emitió la Bula “Neminem fugit” creando la Diócesis de San Isidro de El General, a la cual adscribió los cantones puntarenenses de Aguirre, Osa, Buenos Aires y Golfito, que entonces incluía a los futuros Coto Brus y Corredores. Así concluyó la dependencia de Golfito de Alajuela.
Como primer Obispo fue nombrado el P. Delfín Quesada Castro (1908-1974), el veterano misionero alajuelense que desde 1933 trabajaba en la región. Al tomar posesión en 1955 encontró que los frailes Conventuales bajo su jurisdicción eran dos en Quepos, dos en Ciudad Cortés, dos en Golfito y uno en San Vito de Java.
Golfito seis décadas atrás
Muchas cosas pueden considerarse de los primeros tiempos del trabajo parroquial en Golfito, porque seis décadas después echamos en cuenta la diferencia diametral con el presente.
Por ejemplo, se recuerda con nostalgia la manera como se celebraba la Semana Santa en este lugar, donde destacaba la participación comunal y la seriedad con que se cumplía el rito de los días santos, tanto en cada casa como en las actividades convocadas por la Iglesia, fueran procesiones o misas.
Un rasgo característico de los días santos eran las comidas ya que entonces se hacían en casa las tortillas y el pan, por lo que la mayor parte de los platos eran hechos a base de maíz y harina, como el tamal asado o de palmito, biscochos, arroz con leche, mieles de papaya, de coco o de marañón, picadillo de palmito, sopa de pescado seco o de bacalao, rosquillas, tanelas, etc., todo preparado de previo para no cocinar durante esos días ya que jueves y viernes no se encendía ningún fogón, aunque algunos no lo hacían desde el Sábado de Gloria.
La costumbre era no andar en bicicleta, los buses no circulaban, los niños no jugaban y todo era recogimiento, pero si alguien pasaba por enfrente era llamado para compartir la hospitalidad de la casa. El Jueves Santo se tomaba la precaución de practicar los oficios domésticos antes de las ocho de la mañana, porque después todo era reposo y precaución.
Otra costumbre muy celebrada era la llamada “Quema de Judas”, para el Viernes Santo alguien fabricaba una imagen burda de trapo del tamaño de una persona con una jícara por cabeza. Con aquella figura estrafalaria recorrían las calles de Bella Vista, apoderándose de cualquier chunche viejo que estuviera mal puesto en los patios de las casas, siendo conducidos a la glorieta del parque cuyos restos aún se mantienen al costado este del estadio Fortunato Atencio.
No faltaron sorpresas para más de uno al percatarse de que alguno de los objetos decomisados era de su propiedad, pero el sentido era que pagara alguna suma simbólica para recuperarlo. Concluida la entrega de lo sustraído se escuchaba el grito de “Muerte a Judas”, y en medio de la algarabía general, el muñeco bien apertrechado de pólvora y bombetas terminaba envuelto en llamas. Después algunos se dirigían a la iglesia y el resto a sus casas.
El auge de la Zona Bananera hizo que Golfito fuera el centro del desarrollo regional, por lo que junto con las políticas administrativas que irradiaban por la creación del cantón en 1949, igual énfasis tenía el trabajo religioso. Empero la tarea de administrar espiritualmente Golfito se había vuelto pesado para los frailes Conventuales puesto que debían atender las extensas fincas bananeras, aunque la creación de la Diócesis de San Isidro de El General en 1954 no tardó en traer efectos benéficos. En aquel lugar habían lograron la instalación en 1950 de la congregación de la Religiosas Oblatas al Divino Amor con al apoyo del Sr. Arzobispo Sanabria Martínez, con tal motivo los frailes en Golfito hicieron las gestiones para contar en Golfito con una casa de religiosas que coadyuvara a su gestión, cuando menos en el campo de la educación religiosa.
El Obispo de la nueva diócesis, Monseñor Delfín Quesada, y la Madre General hicieron posible que el 3 de marzo de 1958 se instalaran en Golfito. Para eso fue decisivo el apoyo de la CBCR que les encomendó la administración de la Escuela San Francisco en el barrio Km. 1, iniciando su trabajo el 10 de ese mes ante la presencia de fray Pancracio Conway, la Delegada Regional y la Vice regional.
La empresa también aportó el edificio donde ubicaron la sede local de la Congregación en el barrio Buena Vista, que bautizaron Casa “María Inmaculada”, desde donde atendían la Escuela Mixta de Golfito, hoy Escuela Central, y la del Km. 1 hasta 1979, cuando la CBCR traspasó sus escuelas al Estado, aunque han mantenido la dirección de la primera de ambas sin abandonar la tarea pastoral en beneficio de la Parroquia.
Años después reconstruyeron totalmente la Casa sede.
La labor apostólica desde Golfito fue extenuante porque a la atención de la población bananera se sumaban las recientes poblaciones nacidas a la sombra del enclave, aunque no tuvieran relación con la gran empresa, como el caso de Corredores.
En ese sentido fue relevante el apoyo a la colonización en el valle de Coto Brus, por ser Golfito el punto de partida para llegar a Sabalito, asiento original de la población desde 1945, y más tarde a San Vito de Java a partir de 1952, a donde acudía un sacerdote panameño a oficiar de vez en cuando.
Los colonos llegaban a Golfito en las lanchas de la Compañía Calvo Hermanos, como tantos costarricenses que vinieron a trabajar en las plantaciones bananeras, luego su ruta de penetración tomaba un ramal del ferrocarril desde la vía Golfito-Palmar que iba por Coto hasta Corredor, hoy Ciudad Neily, cuando no había actividad bananera en esos lugares, hecho en 1942 por la CBCR para el Departamento de Estado de los EUA que se proponía construir la Carretera Interamericana por Coto Brus.
Dicho ramal fue abandonado pero utilizado por los primeros colonos costarricenses para alcanzar Campo Tres en su camino hacia Agua Buena o Sabalito, entonces caseríos del Distrito 3º La Cuesta del cantón Golfito. Con grandes sacrificios costarricenses e italianos construyeron el cantón Coto Brus en condiciones muy diferentes a las de la parte baja, el aliciente fue que la tierra era suya.
Ese esfuerzo alcanzó gran relevancia por lo que los Conventuales decidieron acompañarlo y en marzo de 1953 enviaron a fray Humberto Melloni Camparini (1916-1965), italiano, una vez establecida la coadjutoría territorial de San Vito de Java . Melloni demostró ser un verdadero misionero, predicando con el ejemplo la entrega a un ideal, indispensable para dar origen a una comunidad en medio de las condiciones más difíciles. En 1954 Melloni recibió al Superior de los Frailes Menores Conventuales junto con el Dr. Ugo Sansonetti, Director de la Colonia Italiana (SICA).
Para aquellos colonos, costarricenses e italianos, Golfito con su aeropuerto, su hospital, su iglesia y su comercio hicieron posible que cumplieran su objetivo. Hoy San Vito de Java es la cabecera del cantón Coto Brus, 8º de la provincia de Puntarenas.
Por esos días ya estaba instalado en Corredores el libanés Ricardo Neily Jop (1912-2000) en una propiedad de cien hectáreas adquirida en 1946 a don Juan Navarro, terreno atravesado por el camino a Sabalito. El trajín hacia la Fila de Cal más los servicios que daban a las cercanas fincas bananeras abiertas en Coto por la CBCR, dio paso al nacimiento de un pequeño núcleo urbano que más tarde se convirtió en Villa Neily, la cual fortalecida por la construcción de la Carretera Interamericana hoy es Ciudad Neily, cabecera del cantón Corredores, 10º de la provincia. Su iglesia fue construida en 1966.
Tras el sentido deceso de Monseñor Quesada Castro el 17 de octubre de 1974, el Obispo jovial y locuaz eternamente recordado entre su grey, fue designado para sucederle Monseñor Ignacio Trejos Picado (1928-…) el 11 de diciembre del mismo año, 1974. Su gestión diocesana fue luminosa por su conciencia ambiental y la solidaridad con el desvalido para satisfacción de su feligresía, proyectando la acción diocesana a tono con los tiempos que corren hasta el último rincón geográfico de la región con general beneplácito.
Pero cumpliendo con la hora del retiro que establece la Iglesia para sus jerarcas, el Vaticano dispuso el 31 de julio de 2003 sustituirle con Monseñor Guillermo Loria Garita, actual Obispo de la Diócesis donde destaca la Parroquia de San José de Golfito, orgullosa de cumplir siete décadas de duro trabajo para honra de la Iglesia Católica.