LA MASCARA BORUCA: IDENTIDAD TRANSFORMADA EN UNA OBRA DE ARTE

Uriel Rojas
La cultura indígena Boruca de Costa Rica, está actualmente representada por dos territorios denominados Rey Curré y Boruca, ambos situados en la Zona Sur de nuestro país.
En ambos territorios se elaboran máscaras las cuales son una obra de arte que implica una serie de destrezas y conocimientos, que hacen de estos artesanos borucas personas orgullosas de su cultura y su historia.
Y es que hacer una máscara no solo implica moldear las ideas en un trozo de balso, cedro o espavel. Es conocer además otras cosas tales como las fases de la luna en que es favorable cortar la madera, el tipo de árbol, y hasta una que otra creencia aún conservada de sus ancestros indígenas.
EL CONTEXTO DE SU CONFECCIÓN
El artesano al tomar el trozo de madera ya empieza a confeccionar su máscara. Es más, antes de sentarse a trazar las primeras líneas ya debe ir pensando ¿qué se va a hacer para que no sea igual a la anterior?
Hay ocasiones en que se dura hasta varios minutos pensando en cómo empezar, mientas viajan a través del pensamiento a un pasado no muy lejano en donde posiblemente se preservan los rastros de sus tradiciones autóctonas y a la vez de un grado de espiritualidad indígena que ayuda a configurar un rostro con identidad.
Dicen los mayores que han trabajado este arte que las máscaras son el reflejo del estado emocional del artista. A veces es alegría, a veces tristeza, a ratos dolor, pena o sensación de alguna cosa en particular.
Cuando el boruca talla una máscara se libera a sí mismo de una serie de ideas y pensamientos. Cumple con una obligación de describir lo que internamente sabe. Si no lo hace, el tiempo pasa y se pierde la oportunidad de comunicar.
El artista se vuelve simplemente en un descriptor de su mundo y lo que le rodea, flora, fauna, mitos, cosmos, dioses, etc.
Es trabajo sí, pero es un arte que divierte, engrandece y permite compartir sentimientos, conocimientos y ante todo, cultura.
LAS PRIMERAS MÁSCARAS
Los antepasados borucas hicieron sus máscaras sin pintura y solamente representaban un rostro humano valiente, bravo de combate, recordemos que estas máscaras tuvieron más utilidad a partir del Juego de los Diablitos que representa la lucha entre españoles e indígenas.
Algunas veces estaban decoradas con plumas. Otras en cambio, se diseñan en representación de personajes zoomorfos y de transformación como jaguares, forma de humanos, chanchos, caras de murciélagos, en fin, diablos, casi siempre con el acento en los cachos, los dientes, en los ojos salidos.
Representan el mundo indígena y su forma de visualizar el mundo
y su obligada adaptación a las difíciles circunstancias que aún en nuestros tiempos les toca vivir.
En la actualidad, las máscaras se convierten en un importante ingreso económico a los artesanos borucas y en un recurso fundamental para el tradicional Juego de los Diablitos.