Los Monos Mas Inteligentes de las Américas

La tropa de 26 monos estaba distribuida a lo largo de unos 100 metros, moviéndose por el bosque. El mono líder llegó a una zona en la que la cobertura forestal estaba interrumpida por un pantano abierto, rodeado únicamente por un estrecho pasillo de dos árboles de ancho. Hacia la mitad del pasillo, el líder saltó bruscamente hacia atrás y lanzó un aullido entusiasmado, uno de los varios ladridos de alarma que los dos observadores habían oído de los monos capuchinos cariblancos. En seguida hicieron una serie de ladridos cortos en una voz ligeramente más calmada. Flor escudriñó el follaje con sus binoculares cerca de donde había estado el mono líder cuando retrocedió de un salto. Por fin vio la serpiente, una serpiente no venenosa que se alimentaba de pájaros. No era lo bastante grande como para hacerle daño a un mono adulto, ni siquiera a un joven, pero era una serpiente y, por instinto, no les gustaba. La tropa siguió avanzando, pero al llegar al punto en el que se enroscaba la serpiente, cada mono se desvió hacia un árbol vecino, manteniéndose fuera de su alcance. No necesitaban más señales. Todos los monos de la tropa sabían exactamente dónde estaba enroscada la serpiente. ¿Se les comunicó esto a través de la llamada de alarma seguida de la corta serie de ladridos emitidos por el mono líder cuando vio por primera vez a la serpiente? Las dos observadoras buscaban la respuesta a esa pregunta y muchas más.
Cuando Flor y Anita propusieron aprender sobre los monos de la Hacienda Barú, no pensaban responder a esta pregunta. Su objetivo era simplemente determinar cuántas tropas de monos capuchinos cariblancos (Cebus capucinus) había en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Hacienda Barú, cuántos monos hay en cada tropa e identificar a los individuos de una o dos de las tropas. El siguiente paso fue observar el comportamiento de los monos, fotografiarlos y tomar notas. Después de poco más de un mes, las dos jóvenes naturalistas ya habían respondido a las preguntas básicas y habían observado algunos comportamientos sorprendentes que parecen sugerir respuestas a la pregunta planteada anteriormente y a otras. No sólo eso, sino que han quedado totalmente cautivadas por las travesuras de estos fascinantes monos capuchinos cariblancos. De hecho, se han autoproclamado capuchinófilos.
Flor no es ajena a los monos capuchinos, el género más inteligente de los monos del Nuevo Mundo. Son tan inteligentes que los autores del libro The Complete Capuchin los llaman los “chimpancés del Nuevo Mundo”. Flor conoció a los monos capuchinos en 2001, cuando trabajó en el zoológico de La vallée des singes, cerca de Poitiers (Francia). En 2005 llegó a Costa Rica y trabajó como voluntaria en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Curú, en Nicoya, donde volvió a tener un contacto considerable con estos increíbles primates. Desde 2007 trabajó en Hacienda Barú como asistente de guía e intérprete con visitantes francófonos. Ahora Flor hace lo que más le gusta, seguir a los monos capuchinos, observar su comportamiento y tratar de aprender lo más posible sobre ellos.
La ayudante de Flor, Anita, es una estudiante de la universidad realizando la práctica supervisada. Cuando empezaron el proyecto, Flor pensaba que sólo había dos grupos de monos capuchinos cariblancos en la bajura del Refugio Nacional de Vida Silvestre Hacienda Barú. Para su deleite, ella y Anita lograron identificar siete tropas distintas, que van de 14 a 26 individuos. De estas tropas, han seleccionado la tropa “Mancha Negra” y la tropa “Muñeco” para un estudio más intensivo. Mancha Negra suele pasar la mayor parte del tiempo en los bosques cercanos a Hacienda Barú Lodge y sus miembros están acostumbrados a ver humanos en los senderos. Los principales machos maduros del grupo son “El Padrino, Darko, Cara cicatriz” y “Bubba”, siendo el primero el macho dominante.
Un día especialmente caluroso, hacia el mediodía, parte del grupo de Mancha Negra estaba en el suelo, cerca de un arroyo. Estaban rebuscando perezosamente por el suelo cuando El Padrino se metió en el arroyo. Deambuló por el agua hasta que encontró un agujero de unos treinta centímetros de profundidad. De pie en medio del agujero, El Padrino se puso en cuclillas hasta que la línea del agua le llegó al cuello. Permaneció allí sentado, asomando sólo la cabeza, durante medio minuto. El Padrino se levantó y salió del arroyo. No hizo ningún esfuerzo por sacudirse el agua ni por secarse. Mientras estaba en el agua no dio ninguna indicación de que intentara limpiarse, y las observadoras están convencidas de que sólo quería refrescarse. Flor y Anita han observado este comportamiento en tres ocasiones diferentes. Todas las observaciones de baños de monos tuvieron lugar cerca del mediodía en un día caluroso, y sólo los machos maduros sumergieron sus cuerpos en el agua.
La tropa “Muñeco” deambula más cerca al Centro de Investigación Biológico Hacienda Barú. Un comportamiento interesante que han observado varias veces sucede en medio de una arboleda de mandarina agria. Cuando hay muchos zancudos los monos cojen las mandarinas, las golpean contra una rama y frotan todo su cuerpo con el sumo de la cascara y también el jugo agrio. Las dos observadoras se suponían que funcionaba como repelente. Ellas imitaron los monos para ver si de verdad las mandarinas funcionan como repelente y resulta que es igual o mejor que los repelentes comerciales.
¿Se refrescan los machos de todas las tropas en los arroyos? ¿Hacen lo mismo las hembras? ¿Existen diferencias significativas de comportamiento entre las tropas? ¿En qué medida se comunican los monos entre sí? ¿Es compleja su comunicación verbal?
Estas son algunas de las preguntas que rondarán por la cabeza de las dos muchachas mientras siguen a las tropas de capuchinos cariblancos por la Hacienda Barú y observan su actividad diaria.
Por Jack Ewing