EL MURCIÉLAGO MAS GRANDE DE LAS AMÉRICAS

La Primera Investigación Biológica en Hacienda Barú
Una tarde a finales de la década de los 1980 venía de San Isidro hacia Hacienda Barú en la pura tarde con mi amigo William, y cerca de Los Chorros vimos unos señores a la orilla de la carretera montando algo extraño que parecía una red fina extendida entre dos varillas. No paramos, pero comentamos que quien sabe que estarán haciendo esos extranjeros. Dos días después vi los mismos señores bajando equipo a la orilla de la carretera frente Hacienda Barú. Esta vez paré el carro y me presenté a los señores. El mayor se llamaba Otto y era profesor de la Universidad de Erlangen en Alemania y los dos compañeros Marco y Fabio eran estudiantes posgrado de origen argentino. Otto, me explicó que estaban estudiando murciélagos y que iban a extender “redes de niebla” para capturar los mamíferos voladores. Les expliqué que Hacienda Barú era una reserva natural privada y los invité a realizar su trabajo dentro de la reserva. Estaban encantados con esta noticia y aceptaron de inmediato.
Los llevé a la casa y los presenté a mi esposa, Diana. En ese tiempo vivíamos en una casona de dos pisos y teníamos bastante espacio. Los invitamos a quedar en la casa con nosotros mientras hacían su investigación. “Muchas gracias por su hospitalidad”, nos agradeció Otto. “Esto es perfecto. Tenemos todo lo que necesitamos en un mismo lugar.”
Salí con ellos la primera noche. Marco y Fabio fueron con William a buscar un lugar adecuado cerca del manglar y yo fui con Otto a otro lugar. Capturamos alrededor de 15 murciélagos de seis especies diferentes. Otto los sacó de la red de niebla tan rápido a cómo llegaron y con mucho cuidado de no hacerles daño metió uno de cada especie en una pequeña bolsa de tela. Cuando llegamos a la casa, pesaron, midieron y fotografiaron cada uno. Luego regresamos al lugar donde los capturamos para liberarlos. Otto me explicó que era importante liberarlos cerca de donde viven con los compañeros de madriguera. Si los libera en otro lugar, posiblemente no sobreviven el trauma.
Fabio y Marco capturaron doce individuos de cinco especies, inclusive el murciélago pescador que pesca pececitos de la superficie de las pozas y esteros. Las alas de este último midieron 82 cm de punta a punta y pesó 78 gramos. Era sin duda el más grande de la noche.
“¿Cree que vamos a capturar alguna especie más grande que el pescador”? Pregunté.
Otto lo pensó durante un buen rato antes de responder. “Hay una especie de murciélago que es carnívoro y es mucho más grande que el pescador, pero difícilmente lo encontramos. Mas bien”, me dijo, “no creo que tenga la suerte de ver uno de ellos nunca. Han encontrado solamente uno en todo Costa Rica y ese fue en Guanacaste”.
La tercera noche decidieron visitar un campamento que tuvimos dentro de la selva. Yo no podía acompañarlos, pero William estaba fascinado con el trabajo y ofreció guiarlos. Cuando llegaron al campamento apenas tuvieron tiempo de colocar la gran tienda y comer un gallo antes de montar las redes de niebla. Otto pensó que el mismo campamento sería ideal, él y Marco montaron una red cada uno ahí mismo mientras Fabio y William fueron a una quebrada que pensaron que podría ser buena. Cuando Otto tenía su red lista Marco ya había capturado dos murciélagos en la de él. Estaban entrando en la red tan rápido que no tenían tiempo a identificar cada especie.
“Suéltelos dentro de la tienda” gritó Otto. “Podemos clasificarlos más tarde. Mas bien ¡Baje las redes, baje las redes! Tengo demasiados. Ayúdame con esta, después bajemos la suya.” La red de Otto tenía como una docena de murciélagos. Arrancaron las estacas y bajaron la red sobre el suelo. En ese momento vino volando algo tan grande que parecía un águila y colisionó con la red de Marco. “No me diga”, exclamó Marco. “Es un Vampiro Falso. ¡Ayúdeme, ayúdeme!”
Entre los dos lograron sacar el gran murciélago de la red. Era un Vampyrum spectrum, el murciélago más grande en las Américas, el mismo que Otto había mencionado dos días antes. Lo soltaron entre la tienda con los otros murciélagos y los biólogos durmieron afuera a la par de la tienda. En la mañana cuando lo sacaron había comido varios de los otros. Pesó 189 gramos.
Otto, Marco y Fabio se fueron ese día todos feliz de la vida. Era irónica. Fueron los primeros biólogos en realizar una investigación en Hacienda Barú y se quedaron con nosotros en la casona que estaba ubicada en el mismo lugar que hoy en día se encuentra el Centro Biológico Hacienda Barú.
Por Jack Ewing