La biodiversidad y el paisaje rural


Luis Monge Arrieta lama@systec.co.cr>
Cuando me solicitaron realizar un aporte sobre biodiversidad, hice el ejercicio mental sobre como iniciaría el texto, imaginando lo clásico: “Costa Rica es uno de los países más biodiversos del mundo, alberga el 5% de la biodiversidad mundial…”; pero mis reflexiones me llevaron traviesamente por otro rumbo: ¿cuál es mi relación personal con ese concepto?, ¿cuál es la relación del lugar donde vivo, el Corredor Biológico Alexander Skutch, de mis vecinos, muchos de ellos agricultores; con el tema de la biodiversidad?.
Allá, a finales de los años 80, recuerdo los esfuerzos apasionados de un científico costarricense llamado Rodrigo Gámez, que cual evangelista bíblico, llevaba su mensaje a la sociedad costarricense, sobre un nuevo concepto y la necesidad de trabajar desde las instituciones sobre biodiversidad. Mucho antes, recuerdo como en el pizarrón escolar las palabras “recursos naturales”, “naturaleza”, “recursos renovables y no renovables”; eran los conceptos con los que la sociedad interpretaba y leía su entorno natural. El concepto de “biodiversidad” se acuña en un momento en que inicia una profunda preocupación por la pérdida del ambiente natural y cómo una herramienta que permitiera el análisis y la gestión de eso que llamábamos “naturaleza”. La biodiversidad implica elementos de clasificación, de ubicación y de relaciones entre los seres vivos e intercambios de materiales y energía. La biodiversidad incluye la variedad de ecosistemas, como por ejemplo el manglar, los arrecifes de coral, los bosques húmedos tropicales, entre otros, la diversidad genética entre los individuos de una misma especie, y las taxonomías que son las clasificaciones que utilizan los científicos para agrupar a los seres vivos, por especies, por clases y por géneros, según su parentesco. Se calcula que la cantidad de especies que pueblan el planeta supera los 300 millones, esto es 300 millones diferentes de plantas, de insectos, de microorganismos entre otros.
Pero la pregunta que surge es ¿Qué tiene que ver todo esto con Don Gerardo, con Doña Marta, con Don Rómulo, mis vecinos productores, moldeadores de la diversidad del paisaje donde vivo? Los ecosistemas intervenidos por la mano humana, los ecosistemas agrícolas también albergan biodiversidad. Cuando se observa el agropaisaje del país se evidencia que tiende a perder diversidad. En tan sólo 30 años, entre 1984 y el 2014, el cultivo de banano, se extendió un tanto y medio más, la palma africana cuadruplicó su extensión y la piña pasó de casi 2,500 a 37,000 y pico de hectáreas, creció 15 veces, mientras el resto de los cultivos han tendido a disminuir su área. Las fincas pequeñas, aquellas donde se encuentran al lado de actividades comerciales, frutas, tubérculos, plantas medicinales y ornamentales, entre otras cosas, están desapareciendo.
Lo anterior significa que el paisaje del agro costarricense está perdiendo diversidad, está siendo dominado por monocultivos, que con el uso intensivo de agroquímicos, y de variedades seleccionadas en sus cultivos, amenazan la diversidad por alterar en gran magnitud el balance que existe entre los ecosistemas y las especies que se interrelacionan con las áreas de cultivo. “Ya éramos muchos y parió la abuela”… ¿cuando vamos a la feria del agricultor, donde el verdulero y al super, a comprar nuestras verduritas, han notado que todos los productos son igualitos?, ahora por ejemplo los chayotes son grandes y sin espinas; hay dos o tres variedades de lechuga. Los mercados demandan calidades uniformes y en grandes cantidades, eso nos lleva a que hemos propiciado la desaparición de grandes cantidades de variedades criollas de alimentos. Estamos perdiendo la riqueza genética de los cultivos tradicionales y las semillas comerciales están siendo acaparadas por grandes casas comerciales, ahora dependemos de un proveedor que está ubicado en algún país lejano, de una compañía muy grande, para poder sembrar, por ejemplo, lechugas o ayotes que tengan aceptación en los mercados nacionales.
En tiempos de cambio climático la variabilidad genética es muy importante, porque frente a las variaciones del clima, las plantas que no son una variedad uniforme, pueden mostrar mayor capacidad de adaptación: por ejemplo, tenía en mi propiedad algunos árboles de rambután, mamones chinos, unos rojos otros amarillos, dependiendo del clima de cada año, si las lluvias llegan más temprano o se retrasan una de las dos variedades produce más, o por ejemplo los mangos criollos que son más resistentes a las plagas como los gusanos y al clima, siempre producen, no importa si hay sequia o exceso de lluvia.
Entonces resulta que para enfrentar al cambio climático y a la apropiación de las casas comerciales de las semillas, los cercos tradicionales, los cultivos ancestrales que conservan los territorios indígenas y otros, son fuentes importantes de material genético para amoldarse al cambio climático y para continuar produciendo sin depender de compañías extranjeras.
Recuerdo en una reciente reunión sobre temas ambientales, en la que un participante acotó algo más o menos como “además de pensar en las orquídeas y las ranitas, pensemos en cómo se beneficia la gente”, con un tono de broma sutil. Se ha generado el concepto de que trabajar por la gestión del medio ambiente, por la conservación de la biodiversidad, es una actividad que no genera beneficios para la gente, sino más bien los perjudica, porque implica limitaciones a cierto usos o prácticas. Pero si observamos con detenimiento, el contar con agua de calidad, depende de la salud de los bosques que captan el agua de lluvia, la salud de suelos que permite mantener su capacidad productiva, depende en gran parte de sus características biológicas: las bacterias, los hongos, los nematodos, las lombrices, entre otros, provocan la degradación desechos, la fijación de nutrientes y mantienen el equilibrio ecológico, conocemos por ejemplo los resultados de la aplicación continuada por muchos años de herbicidas: tierras que no ofrecen condiciones para el crecimiento de las plantas, alta incidencia de plagas del suelo como los jogotos producto del desequilibrio ecológico.
Además, en el contexto actual, en el que el clima está cambiando dramáticamente, tenemos precipitaciones muy fuertes en cortos periodos de tiempo, más ondas tropicales y huracanes ocasionando inundaciones, en derrumbes, cierre de carreteras, los ecosistemas saludables funcionan como barreras naturales. Las poblaciones que han conservado sus bosques, que mantienen un entorno natural sano, son aquellos que tienen más posibilidades de soportar de mejor forma estos eventos del cambio climático; para muestra un botón: el río Peñas Blancas, es un ejemplo, se ubica en el Corredor Biológico Alexander Skutch, sus nacientes discurren desde el Parque Nacional Chirripó y conserva una buena cobertura de bosques en sus alrededores, aún cuando otros ríos en la zona han causado estragos por las fuertes lluvias en los últimos tiempos, el Rió Peñas Blancas mantiene usualmente flujos de agua que no provocan daños, gracias a la protección que brindan los ecosistemas saludables en sus riveras. Lo mismo podemos apuntar que sucede con los manglares, que funcionan como una barrera natural frente a las marejadas, los oleajes y vientos fuertes, protegiendo a las comunidades aledañas.
Finalmente este análisis nos plantea que existe una relación entre la biodiversidad, las políticas económicas y el bienestar de las personas. Pareciera entonces que lograr una adecuada gestión de la biodiversidad, el equilibrio entre las actividades humanas y la protección de la naturaleza, no es sólo un tema de “conciencia ambiental”, sino también de sobrevivencia y de bienestar para todas las personas. Con esto concluyo este intento por humanizar, por ubicar el tema de la biodiversidad en el contexto de las angustias y pasiones humanas y no solamente como un tópico de científicos y conservacionistas. No me queda más que pensar con agradecimiento, en personas como Demetrio en Boruca, que día a día, en silencio y amoroso, está cultivando y cosechando las semillas criollas. Pensar en mis vecinos que en sus cercos mantienen sus “maticas” los “siembros” tradicionales; ahí esta parte del tesoro, del acervo genético que puede marcar la diferencia en el futuro para el bienestar de mis nietos y de los nietos de todos.