El cuerpo estaba tirado boca arriba, mitad en la habitación y mitad en la escalera que conducía a la calle. La puerta entreabierta no tenía señales de haber sido forzada.

     Cirilo entró a la cuartería apartando a los desaliñados curiosos que hacían incisivos comentarios. Por las ventanas de los cuartos vecinos, furtivas miradas interrogaban a corta distancia.

     -Campo, campo, por favor, no se amontonen. Es mi amigo Benito Ranger. Precisamente ayer conversé con él. Me dijo que se sentía muy bien. Hace como diez años lo conozco. Vino del lado de San Pablo y consiguió trabajo como oficial de seguridad en San Isidro. Cuando hacía la guardia por los alrededores de los negocios, era normal verlo con saco y corbata y el sombrero que no le podía faltar. Era un hombre trabajador, responsable y honrado. ¡Qué vida más incomprensible! ¿Por qué habrá tomado esta decisión? 

     Cirilo haló el cuerpo amoratado. Exhibía un orificio de bala en la frente. Lo cubrió con una manta para evitar las miradas acusadoras de los vecinos.  Observó un papel sobre la mesa. Con voz entrecortada leyó.

      – “Estimado Cirilo. Dejo estas indicaciones para que sean cumplidas según lo manda la ley. Prefiero desaparecer para siempre que podrirme en la cárcel. Busque un video en el cual puedes conocer la causa de mi suicidio. Está en manos de Margarito, el dueño de la pulpería La Y Griega. El revólver se lo heredo a usted, es el que traje de Panamá. Yo sé que siempre le gustó. Búsquelo sobre la cama, lugar en donde pasé mis últimos minutos. No creas que ha sido fácil. Yo decía no temerle ni a la misma muerte, pero mi valentía se esfumó. En este momento todo mi cuerpo tiembla. Mis ojos se humedecen. Estoy llorando. Por favor, le pido no revelar los pormenores de este testamento. Quiero que me echen en la caja los dos sacos, las corbatas, las camisas y el sombrero. No tengo nada más que dejar.” Hasta siempre Benito Ranger.”

     Cirilo, conmocionado, buscó el revólver (como lo indicaba el documento) ; sobre la cama, en un viejo ropero, dentro del cielo raso, debajo del piso de madera, en todos los rincones del apartamento. No había rastro del arma. Interrogó a todos los presentes en el velorio. Nadie vio nada, nadie oyó nada, nadie dijo nada.

     El sepelio fue realizado en un cementerio fuera de San Isidro.  Lo vistieron con el saco negro, con la camisa blanca de manga larga y la corbata roja. Depositaron en el ataúd el otro saco, dos corbatas y varias camisas, según el último deseo del fallecido.

Antes de llegar al sitio señalado en el testamento, Cirilo indagó  con los dueños de los negocios. Fue a la carnicería La Milagrosa; al minisúper La Joya; al bazar El Encanto; a cuanto establecimiento comercial había en el barrio. Nadie dio respuesta acerca de la misteriosa desaparición del revólver. Finalmente entró a la pulpería La Y Griega.

     -¿Está Margarito? Preguntó casi gritando al que atendía en ese momento.

     -Acaba de salir.

     -¿Sabe a dónde fue?

     -A la Jefatura de Policía.

     -¿A la Jefatura de Policía, y qué diablos va a hacer allá?

     -Yo que voy a saber en los enredos en que se mete Margarito, enfadado, contestó y siguió atendiendo a varios niños que le pedían a la vez.

     Cirilo salió corriendo hacia la Jefatura de Policía que estaba como a quinientos metros. Sudoroso llegó a la oficina policial en donde Margarito presentaba la denuncia.

     Margarito, bajó el tono de voz y discretamente empezó a presentar su acusación ante la Oficial de Policía.

     -“Benito Ranger fue un hombre que amaba su trabajo. Siempre lo demostró con su elegante forma de vestir. Al principio todos los dueños de los negocios éramos muy cumplidos con el pago de su salario. Con el tiempo y con la situación tan difícil de los negocios, casi nadie le pagaba. Yo fui de los más cumplidos con el pago, pero al final también dejé de hacerlo. Por eso decidió meterse a La Y Griega. Como pueden observar en el video se ve claramente a Benito Ranger en el momento del asalto a la pulpería. Señorita Oficial de Policía, pido que sea aprehendido inmediatamente”.

     Cirilo, conmovido por la declaración que escuchaba, se interpuso entre Margarito y la oficial de policía y con voz entrecortada espetó.

     -Es insensato pensar en capturar a mi amigo Benito Ranger. Esta mañana fue sepultado. Por ahora debo seguir con la búsqueda del revólver desaparecido.- Gritó Cirilo cuando salía de la oficina policial.

 

Literatura Regional: Benito Ranger

1 septiembre, 2018 1:36 pm

     El cuerpo estaba tirado boca arriba, mitad en la habitación y mitad en la escalera que conducía a la calle. La puerta entreabierta no tenía señales de haber sido forzada.

     Cirilo entró a la cuartería apartando a los desaliñados curiosos que hacían incisivos comentarios. Por las ventanas de los cuartos vecinos, furtivas miradas interrogaban a corta distancia.

     -Campo, campo, por favor, no se amontonen. Es mi amigo Benito Ranger. Precisamente ayer conversé con él. Me dijo que se sentía muy bien. Hace como diez años lo conozco. Vino del lado de San Pablo y consiguió trabajo como oficial de seguridad en San Isidro. Cuando hacía la guardia por los alrededores de los negocios, era normal verlo con saco y corbata y el sombrero que no le podía faltar. Era un hombre trabajador, responsable y honrado. ¡Qué vida más incomprensible! ¿Por qué habrá tomado esta decisión? 

     Cirilo haló el cuerpo amoratado. Exhibía un orificio de bala en la frente. Lo cubrió con una manta para evitar las miradas acusadoras de los vecinos.  Observó un papel sobre la mesa. Con voz entrecortada leyó.

      – “Estimado Cirilo. Dejo estas indicaciones para que sean cumplidas según lo manda la ley. Prefiero desaparecer para siempre que podrirme en la cárcel. Busque un video en el cual puedes conocer la causa de mi suicidio. Está en manos de Margarito, el dueño de la pulpería La Y Griega. El revólver se lo heredo a usted, es el que traje de Panamá. Yo sé que siempre le gustó. Búsquelo sobre la cama, lugar en donde pasé mis últimos minutos. No creas que ha sido fácil. Yo decía no temerle ni a la misma muerte, pero mi valentía se esfumó. En este momento todo mi cuerpo tiembla. Mis ojos se humedecen. Estoy llorando. Por favor, le pido no revelar los pormenores de este testamento. Quiero que me echen en la caja los dos sacos, las corbatas, las camisas y el sombrero. No tengo nada más que dejar.” Hasta siempre Benito Ranger.”

     Cirilo, conmocionado, buscó el revólver (como lo indicaba el documento) ; sobre la cama, en un viejo ropero, dentro del cielo raso, debajo del piso de madera, en todos los rincones del apartamento. No había rastro del arma. Interrogó a todos los presentes en el velorio. Nadie vio nada, nadie oyó nada, nadie dijo nada.

     El sepelio fue realizado en un cementerio fuera de San Isidro.  Lo vistieron con el saco negro, con la camisa blanca de manga larga y la corbata roja. Depositaron en el ataúd el otro saco, dos corbatas y varias camisas, según el último deseo del fallecido.

Antes de llegar al sitio señalado en el testamento, Cirilo indagó  con los dueños de los negocios. Fue a la carnicería La Milagrosa; al minisúper La Joya; al bazar El Encanto; a cuanto establecimiento comercial había en el barrio. Nadie dio respuesta acerca de la misteriosa desaparición del revólver. Finalmente entró a la pulpería La Y Griega.

     -¿Está Margarito? Preguntó casi gritando al que atendía en ese momento.

     -Acaba de salir.

     -¿Sabe a dónde fue?

     -A la Jefatura de Policía.

     -¿A la Jefatura de Policía, y qué diablos va a hacer allá?

     -Yo que voy a saber en los enredos en que se mete Margarito, enfadado, contestó y siguió atendiendo a varios niños que le pedían a la vez.

     Cirilo salió corriendo hacia la Jefatura de Policía que estaba como a quinientos metros. Sudoroso llegó a la oficina policial en donde Margarito presentaba la denuncia.

     Margarito, bajó el tono de voz y discretamente empezó a presentar su acusación ante la Oficial de Policía.

     -“Benito Ranger fue un hombre que amaba su trabajo. Siempre lo demostró con su elegante forma de vestir. Al principio todos los dueños de los negocios éramos muy cumplidos con el pago de su salario. Con el tiempo y con la situación tan difícil de los negocios, casi nadie le pagaba. Yo fui de los más cumplidos con el pago, pero al final también dejé de hacerlo. Por eso decidió meterse a La Y Griega. Como pueden observar en el video se ve claramente a Benito Ranger en el momento del asalto a la pulpería. Señorita Oficial de Policía, pido que sea aprehendido inmediatamente”.

     Cirilo, conmovido por la declaración que escuchaba, se interpuso entre Margarito y la oficial de policía y con voz entrecortada espetó.

     -Es insensato pensar en capturar a mi amigo Benito Ranger. Esta mañana fue sepultado. Por ahora debo seguir con la búsqueda del revólver desaparecido.- Gritó Cirilo cuando salía de la oficina policial.

 

Alina Cordero
Comparte en tus redes sociales:
Categorías Relacionadas: