Escrito e ilustrado por:

Selene Jiménez Valverde

Productora y gestora cultural.

Grupo Artístico Prisma.

Ilustración: Estilo clásico, tinta china sobre papel dalgo.

 

̶ ¿Qué estás haciendo?

̶ ¡No lo sé!

̶ ¿Entonces, ¿Por qué lo haces?

̶ No puedo evitarlo. Por favor deje que le cuente la realidad de las cosas. Aquí-dije, señalando mi cabeza- vive un animal que juega conmigo, es algo así como un gusano que se come mi cerebro y muchas veces me hace cometer errores involuntarios. ¿A oído de que cada parte del cerebro está conectada con algún órgano o parte específica del cuerpo? Pues eso es lo que pasa conmigo, este maldito inquilino me mordisquea y yo actúo a su antojo.

̶ Eso son excusas para evadir la responsabilidad de tus actos.

̶ No, es cierto, se lo aseguro. ¡Que más deseara que ser dueño de mis acciones! Poder decidir por mí mismo, pero él no me deja. A veces a media tarde se le antoja dormir y me tira el hilo del sueño y mi cuerpo cae dormido en cualquier lado.

̶ Depresión, es un claro síntoma de depresión.

̶ No, es culpa de él. Hace varios días estaba tranquilo, había tomado mis medicamentos y comenzó a hablarme, era la primera vez que lo escuchaba…una voz dentro de mí, como la conciencia o el alma, pero esta era finita, finita, como de alguien muy pequeño que me hablaba. ¿Quién eres?-le pregunté.

 Y él me dijo: ̶ Soy tu pasajero, hace años ando contigo pero no querías escucharme.

̶ ¿Qué quieres de mí?

̶ Nada, sólo vivo aquí y trato de crecer. Algún día cuando sea adulto, estaré listo entonces saldré a ver el mundo.

 

¡Se imagina mi sorpresa! Yo que nunca tuve a nadie, ahora tenía un vecino, algo más cercano como un hermano. Me sentí feliz, toda mi alma estaba llena de regocijo, de alegría, me sentía como enamorado o en un éxtasis desconocido. Ahora que lo pienso eran puras endorfinas. Me bombardeó con endorfinas ¡Que maldito!

̶̶ Continúe, por favor.

Después empezó a decirme que el medicamento le hacía daño, que le dolía. Y yo claro, como cualquier padre traté de protegerlo.

̶ ¿Dejó de tomar sus medicamentos?

̶ Sí, era parte de su ardid. Me hizo sentir compasión por él, era tan pequeño, tan indefenso, que solo deseaba cuidarlo. Esos días me sentí plácido y paternal, todos hablaban de mi mejoría. Era como tener un hijo, sabe. Yo nunca he tenido uno pero creo que así se siente, algo bonito que te llena por dentro, un deseo de entregar amor que te cubre todo… ¡Endorfinas! ¡Maldición! Disculpe doctor.

Lo que sentía era muy hermoso pero a veces dudaba. Me preguntaba ¿Cómo podía sentirme feliz  de estar invadido por un insecto que además se comía mi materia gris? pero él se daba cuenta y me hablaba tiernamente al oído y hasta llegó a decirme papá. ¡Papá, no sabe lo lindo que se escucha esa palabra por primera vez!

̶ Pero sabía que las cosas no estaban bien, ¿verdad?

̶ Si, lo sabía, pero algo dentro de mí no me dejaba aceptarlo. Él no me permitía que me diera cuenta o por lo menos lo intentaba.

_ ¿Le contó esto a alguien?

̶ ¿Qué? ¡Jamás! ¿Quién me hubiera creído? Pensarían que estoy loco.

̶ Prosiga ̶ dijo el médico y siguió anotando en una libreta.

­̶ Empecé a sufrir fuertes dolores de cabeza, sentía su mordisqueo incesante, devorador, poco a poco engullía mi inteligencia y empecé a temer por mi vida.  Seguía hablándome, tierno llamándome papá. Trataba de consolarme, pero estaba asustado por que me dolía mucho. Traté de  no pensar para que no se diera cuenta. Tratando de maquinar un plan para sacarlo de mí.

̶ Ah, ¿ya no lo amaba?

̶ Sí. Digo, no. No sé. Es confuso. Más o menos igual a cuando estás enamorado pero esa persona te hiere muchas veces, la quieres pero estás consciente de que te hace daño.

̶ Entiendo.

 ̶ Empezó a comer día y noche, los dolores eran terribles. Muchas veces sentí que moría. El tremendo dolor me producía ataques de ira, en un momento perdí el control, ataqué a una persona, me herí a mí mismo y caí al hospital, cuando me preguntaron pensé decirles lo que me pasaba, lo que sentía, pero no sé por qué razón me lo callé. Los doctores buscaban razones para lo que me sucedía sin éxito,  después de unos días solo miraba caras dudosas. Un día el neurólogo me envió a hacer un TAC, me llené de esperanza, pensé que  aparecería con su cara sonriente en los resultados y sería extirpado y al fin me libraría de él, pero nada. Está limpio, dijo el médico.

Entonces exploté. ̶ Ahí está manada de incompetentes, es un gusano, se debe haber escondido, ¡que pillo tan astuto! Debe estar ahí en algún lado, vive dentro de mí y me llama papá. Y así llegué aquí.

̶ Pensaron que era esquizofrenia.

̶ Sí, de ahí en adelante nadie me escucha. Está loco dicen todos, pero yo sé que lo siento, sigue dentro, aquí.

̶ Creo que usted efectivamente sufre de esquizofrenia y paranoia y de vez en cuando tiene delirios. El dolor y la pérdida de control son bastante frecuentes en este tipo de desórdenes.

̶ ¿Usted también? Le confesé todo esto esperando que me entendiera. Lo entiendo. Pero debe de aceptar que es difícil de creer su historia. ¿Aún lo escucha?

̶ No, y no volverá a intentarlo. La última vez que lo hizo traté de sacarlo yo mismo, lo escuché hablarme tan cerca de mi oído que asumí que estaba ahí, tomé una tenaza y arranqué mi oreja pero el maldito fue más rápido y buscó refugio nuevamente.

̶ Entonces ya no lo escucha, eso es positivo.

̶ No, pero lo siento dentro de mi cabeza, me produce la sensación de algún líquido circulando pero yo sé que es él que se mueve dentro de mí, que busca partes nuevas y tiernas para comer. Eso sí, está más grande, la última vez que lo escuché ya era adolescente, por eso se ha vuelto provocador y agresivo.

̶ ¿Por qué dice eso?

̶ En las noches me produce pesadillas. No me deja en paz. Las pesadillas son vagas pero recuerdo algunas cosas, no lo veo muy bien pero parece extraño, se acerca a mí y me dice que no me mata porque no quiere. Que soy suyo. Y se ríe, doctor. Despierto sofocado, asustado. Tocándome la cabeza y después el dolor agudo de su venganza…Gimo. Grito. Vocifero y después quedo rendido en un sueño profundo y agotado.

̶ Son los ataques.

̶ ¡No, eso no es verdad! Se venga de mí porque lo traje aquí, no le gusta estar encerrado, le gusta el aire libre y los pájaros. No le gusta estar así amarrado, una camisa de fuerza, es inhumano, ni siquiera un insecto puede soportarlo.

̶ Y así seguirá. Es para su propia protección. No olvidemos que se auto mutiló una oreja.

̶ Sí. Y me abriría la cabeza si pudiera. ¡Está ahí y nadie hace nada! ¡Me come y a nadie le importa! ¡Sáqueme de aquí! ¡Opéreme! ¡Máteme! ¡Ayúdenme!

 

̶ ¿Qué está pasando, enfermera?

̶ Es el enfermo del aislamiento cinco. Está teniendo otro ataque, doctor.

̶ ¿Lo estaba monitoreando?

̶ Sí, señor. Estaba tranquilo, comenzó a hablar solo y luego inició el ataque.

̶ ¿Es el tipo del gusano?

̶ Sí, señor.

̶ ¡Ah bueno, lo calmaré! Tráigame el insecticida.

 

Abrió la puerta, el bote del supuesto insecticida calló al suelo. En una esquina estaba el cuerpo del paciente, con la sien rota y lleno de sangre, con la camisa de fuerza aún puesta y a su lado un enorme gusano negro y peludo reptaba hacia la puerta. El médico miró a la enfermera y ambos le dieron paso a aquel diabólico insecto.

 

FIN

Literatura Regional. El gusano

26 enero, 2019 1:47 pm

Escrito e ilustrado por:

Selene Jiménez Valverde

Productora y gestora cultural.

Grupo Artístico Prisma.

Ilustración: Estilo clásico, tinta china sobre papel dalgo.

 

̶ ¿Qué estás haciendo?

̶ ¡No lo sé!

̶ ¿Entonces, ¿Por qué lo haces?

̶ No puedo evitarlo. Por favor deje que le cuente la realidad de las cosas. Aquí-dije, señalando mi cabeza- vive un animal que juega conmigo, es algo así como un gusano que se come mi cerebro y muchas veces me hace cometer errores involuntarios. ¿A oído de que cada parte del cerebro está conectada con algún órgano o parte específica del cuerpo? Pues eso es lo que pasa conmigo, este maldito inquilino me mordisquea y yo actúo a su antojo.

̶ Eso son excusas para evadir la responsabilidad de tus actos.

̶ No, es cierto, se lo aseguro. ¡Que más deseara que ser dueño de mis acciones! Poder decidir por mí mismo, pero él no me deja. A veces a media tarde se le antoja dormir y me tira el hilo del sueño y mi cuerpo cae dormido en cualquier lado.

̶ Depresión, es un claro síntoma de depresión.

̶ No, es culpa de él. Hace varios días estaba tranquilo, había tomado mis medicamentos y comenzó a hablarme, era la primera vez que lo escuchaba…una voz dentro de mí, como la conciencia o el alma, pero esta era finita, finita, como de alguien muy pequeño que me hablaba. ¿Quién eres?-le pregunté.

 Y él me dijo: ̶ Soy tu pasajero, hace años ando contigo pero no querías escucharme.

̶ ¿Qué quieres de mí?

̶ Nada, sólo vivo aquí y trato de crecer. Algún día cuando sea adulto, estaré listo entonces saldré a ver el mundo.

 

¡Se imagina mi sorpresa! Yo que nunca tuve a nadie, ahora tenía un vecino, algo más cercano como un hermano. Me sentí feliz, toda mi alma estaba llena de regocijo, de alegría, me sentía como enamorado o en un éxtasis desconocido. Ahora que lo pienso eran puras endorfinas. Me bombardeó con endorfinas ¡Que maldito!

̶̶ Continúe, por favor.

Después empezó a decirme que el medicamento le hacía daño, que le dolía. Y yo claro, como cualquier padre traté de protegerlo.

̶ ¿Dejó de tomar sus medicamentos?

̶ Sí, era parte de su ardid. Me hizo sentir compasión por él, era tan pequeño, tan indefenso, que solo deseaba cuidarlo. Esos días me sentí plácido y paternal, todos hablaban de mi mejoría. Era como tener un hijo, sabe. Yo nunca he tenido uno pero creo que así se siente, algo bonito que te llena por dentro, un deseo de entregar amor que te cubre todo… ¡Endorfinas! ¡Maldición! Disculpe doctor.

Lo que sentía era muy hermoso pero a veces dudaba. Me preguntaba ¿Cómo podía sentirme feliz  de estar invadido por un insecto que además se comía mi materia gris? pero él se daba cuenta y me hablaba tiernamente al oído y hasta llegó a decirme papá. ¡Papá, no sabe lo lindo que se escucha esa palabra por primera vez!

̶ Pero sabía que las cosas no estaban bien, ¿verdad?

̶ Si, lo sabía, pero algo dentro de mí no me dejaba aceptarlo. Él no me permitía que me diera cuenta o por lo menos lo intentaba.

_ ¿Le contó esto a alguien?

̶ ¿Qué? ¡Jamás! ¿Quién me hubiera creído? Pensarían que estoy loco.

̶ Prosiga ̶ dijo el médico y siguió anotando en una libreta.

­̶ Empecé a sufrir fuertes dolores de cabeza, sentía su mordisqueo incesante, devorador, poco a poco engullía mi inteligencia y empecé a temer por mi vida.  Seguía hablándome, tierno llamándome papá. Trataba de consolarme, pero estaba asustado por que me dolía mucho. Traté de  no pensar para que no se diera cuenta. Tratando de maquinar un plan para sacarlo de mí.

̶ Ah, ¿ya no lo amaba?

̶ Sí. Digo, no. No sé. Es confuso. Más o menos igual a cuando estás enamorado pero esa persona te hiere muchas veces, la quieres pero estás consciente de que te hace daño.

̶ Entiendo.

 ̶ Empezó a comer día y noche, los dolores eran terribles. Muchas veces sentí que moría. El tremendo dolor me producía ataques de ira, en un momento perdí el control, ataqué a una persona, me herí a mí mismo y caí al hospital, cuando me preguntaron pensé decirles lo que me pasaba, lo que sentía, pero no sé por qué razón me lo callé. Los doctores buscaban razones para lo que me sucedía sin éxito,  después de unos días solo miraba caras dudosas. Un día el neurólogo me envió a hacer un TAC, me llené de esperanza, pensé que  aparecería con su cara sonriente en los resultados y sería extirpado y al fin me libraría de él, pero nada. Está limpio, dijo el médico.

Entonces exploté. ̶ Ahí está manada de incompetentes, es un gusano, se debe haber escondido, ¡que pillo tan astuto! Debe estar ahí en algún lado, vive dentro de mí y me llama papá. Y así llegué aquí.

̶ Pensaron que era esquizofrenia.

̶ Sí, de ahí en adelante nadie me escucha. Está loco dicen todos, pero yo sé que lo siento, sigue dentro, aquí.

̶ Creo que usted efectivamente sufre de esquizofrenia y paranoia y de vez en cuando tiene delirios. El dolor y la pérdida de control son bastante frecuentes en este tipo de desórdenes.

̶ ¿Usted también? Le confesé todo esto esperando que me entendiera. Lo entiendo. Pero debe de aceptar que es difícil de creer su historia. ¿Aún lo escucha?

̶ No, y no volverá a intentarlo. La última vez que lo hizo traté de sacarlo yo mismo, lo escuché hablarme tan cerca de mi oído que asumí que estaba ahí, tomé una tenaza y arranqué mi oreja pero el maldito fue más rápido y buscó refugio nuevamente.

̶ Entonces ya no lo escucha, eso es positivo.

̶ No, pero lo siento dentro de mi cabeza, me produce la sensación de algún líquido circulando pero yo sé que es él que se mueve dentro de mí, que busca partes nuevas y tiernas para comer. Eso sí, está más grande, la última vez que lo escuché ya era adolescente, por eso se ha vuelto provocador y agresivo.

̶ ¿Por qué dice eso?

̶ En las noches me produce pesadillas. No me deja en paz. Las pesadillas son vagas pero recuerdo algunas cosas, no lo veo muy bien pero parece extraño, se acerca a mí y me dice que no me mata porque no quiere. Que soy suyo. Y se ríe, doctor. Despierto sofocado, asustado. Tocándome la cabeza y después el dolor agudo de su venganza…Gimo. Grito. Vocifero y después quedo rendido en un sueño profundo y agotado.

̶ Son los ataques.

̶ ¡No, eso no es verdad! Se venga de mí porque lo traje aquí, no le gusta estar encerrado, le gusta el aire libre y los pájaros. No le gusta estar así amarrado, una camisa de fuerza, es inhumano, ni siquiera un insecto puede soportarlo.

̶ Y así seguirá. Es para su propia protección. No olvidemos que se auto mutiló una oreja.

̶ Sí. Y me abriría la cabeza si pudiera. ¡Está ahí y nadie hace nada! ¡Me come y a nadie le importa! ¡Sáqueme de aquí! ¡Opéreme! ¡Máteme! ¡Ayúdenme!

 

̶ ¿Qué está pasando, enfermera?

̶ Es el enfermo del aislamiento cinco. Está teniendo otro ataque, doctor.

̶ ¿Lo estaba monitoreando?

̶ Sí, señor. Estaba tranquilo, comenzó a hablar solo y luego inició el ataque.

̶ ¿Es el tipo del gusano?

̶ Sí, señor.

̶ ¡Ah bueno, lo calmaré! Tráigame el insecticida.

 

Abrió la puerta, el bote del supuesto insecticida calló al suelo. En una esquina estaba el cuerpo del paciente, con la sien rota y lleno de sangre, con la camisa de fuerza aún puesta y a su lado un enorme gusano negro y peludo reptaba hacia la puerta. El médico miró a la enfermera y ambos le dieron paso a aquel diabólico insecto.

 

FIN

Alina Cordero
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