Miriam Quesada Chavarría. Miriam.quesada@enlacecr.com

Desde el inicio de nuestro sistema social, la familia que fue y es la plataforma de la democracia; ha cumplido funciones básicas para la calidad de vida de sus miembros: en la familia conviven personas productivas e improductivas, se desarrolla una unidad de consumo, hay trabajo no remunerado asignado como responsabilidades individuales, roles de género, proyecciones a futuro. A través de la familia se transmiten valores y se satisfacen las necesidades afectivas de sus miembros, enseñanzas y vivencias que forman y acompañan a los individuos a lo largo de su vida.

Después de recibir la formación básica familiar, el costarricense entra al segundo escalón que sin duda es el sistema educativo.  Este ha evolucionado a través de la historia, según las necesidades de la sociedad y ha tenido la capacidad de aprender y desarrollar nuevas competencias, siempre con la visión de la formación integral de los individuos y de acuerdo con los fines de la educación costarricense.

Estos fines propuestos en la Ley Fundamental de Educación, advierten que toda institución educativa tiene la función principal de formar niños que amen a su país, su cantón, su comunidad y su hogar, según los siguientes incisos:

  1. La formación de ciudadanos amantes de su Patria, conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana;
  2. Contribuir al desenvolvimiento pleno de la personalidad humana;
  3. Formar ciudadanos para una democracia en que se concilien los intereses del individuo con los de la comunidad;
  4. Estimular el desarrollo de la solidaridad y de la comprensión humanas; y
  5. Conservar y ampliar la herencia cultural, impartiendo conocimientos sobre la historia del hombre, las grandes obras de la literatura y los conceptos filosóficos fundamentales.

Aunque los adultos, en general, creen que una vez entrando al sistema educativo, la formación pasa a ser obligación de los docentes, las familias siempre serán responsables de transmitir valores, puesto que es en la casa donde se viven y se practican las enseñanzas recibidas.

El sistema de leyes que se han creado para la protección de los menores, Código de la Niñez y la Adolescencia entre otros, se ha convertido en una limitante para la dirección y formación de los ciudadanos costarricenses.

Padres y maestros han sido desacreditados por el sistema para ejercer autoridad ante los niños y jóvenes. No se puede negar que en las aulas de nuestras escuelas los estudiantes se enfrentan con palabras despectivas hacia los maestros, quienes tienen como recurso un proceso disciplinario, lento y con pocos resultados, que involucra llamar a los encargados; éstos al ser enfrentados al problema reconocen que no pueden hacer nada, porque sus hijos no les respetan.

Si vemos este evidente fracaso en la disciplina de muchachos entre 5 y 14 años, quienes ya no son capaces de respetar límites, no saben seguir reglas; es lógico que en nuestra ciudadanía crezca la delincuencia, la drogadicción, faltan toda clase de valores y, por ende, la sociedad costarricense sufra mucha más violencia que generaciones anteriores. Situaciones como el narcotráfico y la legitimación de capitales encuentran individuos dispuestos a servirles, porque faltan oportunidades de trabajo para jóvenes, incapaces de mantenerse bajo la dirección de un jefe, que necesita rendimiento y disciplina en su empresa. Pasamos de ser el país más feliz del mundo a ser un país con riesgo social, sin alternativas para el progreso.

A menudo me siento a conversar con amigos y padres de familia; salen inmediatamente temas de los hijos y se expresan comentarios groseros y mal intencionados afirmando que los maestros no sirven, que no saben lo que enseñan y en ocasiones, para vergüenza ajena, me muestran textos escritos por un docente, con errores de ortografía, difíciles de interpretar por problemas de redacción y puntuación; procesos matemáticos mal desarrollados, y otros muchos errores que sé que el lector conoce.  De verdad quisiera defender a mi gremio, pero me debo quedar callada porque sé que bachilleres, licenciados y master que atienden los niños, y que ganan un salario digno, fallan en su trabajo, quizá por falta de interés para enseñar correctamente o quizá debido a la exagerada carga de papelería que deben manejar y les agota el tiempo de enseñar.

Los padres de familia son testigos visuales del comportamiento de los alumnos en el periodo lectivo; los niños vienen y van, hablan entre ellos, se agreden; el docente no puede desarrollar el tema preparado porque se pasa todo el tiempo llamando la atención, evitando agresiones entre compañeros, buscando cómo atraer el interés de los niños, una tarea interminable que consume tiempo y energía de unos y otros.

El maestro no cuenta con el apoyo de la familia.  Se da un fenómeno donde el docente ha perdido todo el respeto, los padres de familia comentan delante de sus hijos lo malos que son los maestros y entonces el niño fortalece su aprendizaje de irrespeto al que se supone lo va a educar… Este es el círculo vicioso que carcome a la sociedad en formación.

Debemos desarrollar estrategias para fortalecer la formación de valores en la familia y en la escuela. Todos podemos hacer algo por rescatar los valores de la sociedad costarricense. Todos debemos comprometernos con el cumplimiento de los fines de la educación costarricense que parecen muy puntuales.

Los valores se enseñan viviéndolos, el respeto en la familia, la forma de hablarse, de decirse las cosas con transparencia y honestidad nos garantizan niños sanos emocionalmente que van a crear una sociedad sana y con principios de transparencia, honestidad, veracidad y respeto al compañero.  El otorgamiento de responsabilidades individuales y los límites disciplinarios en la familia y la escuela serían el primer paso para recuperar la sociedad costarricense.

Como dice la Biblia, “lo que se siembra, eso es lo que se cosecha”.  Si vemos pérdida de valores, corrupción, delincuencia, drogadicción; debemos de cambiar la semilla que estamos sembrando en nuestras casas, en nuestros barrios, en la comunidad y el país. Estamos llamados, desde las altas jerarquías hasta los hogares de cada uno de nosotros a producir el cambio. Hagamos de Costa Rica algo mejor cada día.

Los valores se tienen o no se tienen, si se tienen se viven.

Los valores se tienen o no se tienen, si se tienen se viven

9 abril, 2018 11:15 am

Miriam Quesada Chavarría. Miriam.quesada@enlacecr.com

Desde el inicio de nuestro sistema social, la familia que fue y es la plataforma de la democracia; ha cumplido funciones básicas para la calidad de vida de sus miembros: en la familia conviven personas productivas e improductivas, se desarrolla una unidad de consumo, hay trabajo no remunerado asignado como responsabilidades individuales, roles de género, proyecciones a futuro. A través de la familia se transmiten valores y se satisfacen las necesidades afectivas de sus miembros, enseñanzas y vivencias que forman y acompañan a los individuos a lo largo de su vida.

Después de recibir la formación básica familiar, el costarricense entra al segundo escalón que sin duda es el sistema educativo.  Este ha evolucionado a través de la historia, según las necesidades de la sociedad y ha tenido la capacidad de aprender y desarrollar nuevas competencias, siempre con la visión de la formación integral de los individuos y de acuerdo con los fines de la educación costarricense.

Estos fines propuestos en la Ley Fundamental de Educación, advierten que toda institución educativa tiene la función principal de formar niños que amen a su país, su cantón, su comunidad y su hogar, según los siguientes incisos:

  1. La formación de ciudadanos amantes de su Patria, conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana;
  2. Contribuir al desenvolvimiento pleno de la personalidad humana;
  3. Formar ciudadanos para una democracia en que se concilien los intereses del individuo con los de la comunidad;
  4. Estimular el desarrollo de la solidaridad y de la comprensión humanas; y
  5. Conservar y ampliar la herencia cultural, impartiendo conocimientos sobre la historia del hombre, las grandes obras de la literatura y los conceptos filosóficos fundamentales.

Aunque los adultos, en general, creen que una vez entrando al sistema educativo, la formación pasa a ser obligación de los docentes, las familias siempre serán responsables de transmitir valores, puesto que es en la casa donde se viven y se practican las enseñanzas recibidas.

El sistema de leyes que se han creado para la protección de los menores, Código de la Niñez y la Adolescencia entre otros, se ha convertido en una limitante para la dirección y formación de los ciudadanos costarricenses.

Padres y maestros han sido desacreditados por el sistema para ejercer autoridad ante los niños y jóvenes. No se puede negar que en las aulas de nuestras escuelas los estudiantes se enfrentan con palabras despectivas hacia los maestros, quienes tienen como recurso un proceso disciplinario, lento y con pocos resultados, que involucra llamar a los encargados; éstos al ser enfrentados al problema reconocen que no pueden hacer nada, porque sus hijos no les respetan.

Si vemos este evidente fracaso en la disciplina de muchachos entre 5 y 14 años, quienes ya no son capaces de respetar límites, no saben seguir reglas; es lógico que en nuestra ciudadanía crezca la delincuencia, la drogadicción, faltan toda clase de valores y, por ende, la sociedad costarricense sufra mucha más violencia que generaciones anteriores. Situaciones como el narcotráfico y la legitimación de capitales encuentran individuos dispuestos a servirles, porque faltan oportunidades de trabajo para jóvenes, incapaces de mantenerse bajo la dirección de un jefe, que necesita rendimiento y disciplina en su empresa. Pasamos de ser el país más feliz del mundo a ser un país con riesgo social, sin alternativas para el progreso.

A menudo me siento a conversar con amigos y padres de familia; salen inmediatamente temas de los hijos y se expresan comentarios groseros y mal intencionados afirmando que los maestros no sirven, que no saben lo que enseñan y en ocasiones, para vergüenza ajena, me muestran textos escritos por un docente, con errores de ortografía, difíciles de interpretar por problemas de redacción y puntuación; procesos matemáticos mal desarrollados, y otros muchos errores que sé que el lector conoce.  De verdad quisiera defender a mi gremio, pero me debo quedar callada porque sé que bachilleres, licenciados y master que atienden los niños, y que ganan un salario digno, fallan en su trabajo, quizá por falta de interés para enseñar correctamente o quizá debido a la exagerada carga de papelería que deben manejar y les agota el tiempo de enseñar.

Los padres de familia son testigos visuales del comportamiento de los alumnos en el periodo lectivo; los niños vienen y van, hablan entre ellos, se agreden; el docente no puede desarrollar el tema preparado porque se pasa todo el tiempo llamando la atención, evitando agresiones entre compañeros, buscando cómo atraer el interés de los niños, una tarea interminable que consume tiempo y energía de unos y otros.

El maestro no cuenta con el apoyo de la familia.  Se da un fenómeno donde el docente ha perdido todo el respeto, los padres de familia comentan delante de sus hijos lo malos que son los maestros y entonces el niño fortalece su aprendizaje de irrespeto al que se supone lo va a educar… Este es el círculo vicioso que carcome a la sociedad en formación.

Debemos desarrollar estrategias para fortalecer la formación de valores en la familia y en la escuela. Todos podemos hacer algo por rescatar los valores de la sociedad costarricense. Todos debemos comprometernos con el cumplimiento de los fines de la educación costarricense que parecen muy puntuales.

Los valores se enseñan viviéndolos, el respeto en la familia, la forma de hablarse, de decirse las cosas con transparencia y honestidad nos garantizan niños sanos emocionalmente que van a crear una sociedad sana y con principios de transparencia, honestidad, veracidad y respeto al compañero.  El otorgamiento de responsabilidades individuales y los límites disciplinarios en la familia y la escuela serían el primer paso para recuperar la sociedad costarricense.

Como dice la Biblia, “lo que se siembra, eso es lo que se cosecha”.  Si vemos pérdida de valores, corrupción, delincuencia, drogadicción; debemos de cambiar la semilla que estamos sembrando en nuestras casas, en nuestros barrios, en la comunidad y el país. Estamos llamados, desde las altas jerarquías hasta los hogares de cada uno de nosotros a producir el cambio. Hagamos de Costa Rica algo mejor cada día.

Los valores se tienen o no se tienen, si se tienen se viven.

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