Literatura Regional. Un viaje al alma de víctima de bullying

Abril Morales
Cordero, autora del Libro Mil Puertas al Infierno, experimentó
bullying en sus años de estudiante. Para
enfrentarse al dolor tan intenso que el rechazo y la humillación producen en un
adolescente, encontró en la escritura, su refugio secreto.
Mil Puertas al Infierno está compuesto por una serie de narraciones que describen sentimientos de dolor y soledad, y el anhelo de encontrar una puerta hacia la felicidad. Periódico Enlace transcribe uno de estos relatos, buscando quizá concientizar sobre la importancia de evitar el bullying en las instituciones educativas costarricenses.
Descendiente
Abril Morales Cordero
Extracto del libro “Mil Puertas al Infierno”
¿Qué es la muerte? ¿Por qué todos le temen a ese fenómeno, tan desesperadamente?
Muchas personas andan por la vida diciendo: “Me gustaría saber cuándo, cómo y por qué voy a morir(…)
No pertenezco a ellos, estoy muerta… y ahora soy quien lleva el nombre de Azrael. (…) . Cuando estuve en la tierra, mi vida era aburrida y rutinaria. Nunca pude pertenecer a un grupo. Se me dificultaba relacionarme. Tenía heridas sangrantes y caí muchas veces en depresión.
Todo cambia cuando eres Azrael. Desde aquí, la Tierra se ve llena de maldad. Ya veo por qué mueren tantos de ustedes.
Yo no era feliz. Supongo que por eso me alinearon con la muerte. Quería morir. Estuve encerrada en mí misma durante años y rogaba porque la muerte viniera y acabara con mi sufrimiento, sin pensar en los demás.(…)
¿Cómo me convertí en Azrael? Es una historia un tanto complicada.
Cuando Azrael bajó a la Tierra por mí, me explicó que yo llevaba su sangre, no humana, nunca lo fui. (…) Jamás imaginé ser descendiente de Azrael, y menos llevar su nombre ahora. (…) En ese momento, ya yo no era un cuerpo, no era una persona, era un espíritu. No sentía nada en mi interior, únicamente tenía el conocimiento, no tenía recuerdos, no tenía emociones; mis ojos veían cosas diferentes: ángeles, demonios, ninfas, musas y una serie de creaturas que nunca imaginé que fueran reales.
Estuve tomando almas en pena y llevándolas a su eterna morada. Me vi obligada a llevar almas al infierno. Ese lugar es horrible y no se compara con lo que los humanos creen que es. No hay imaginación capaz de recrear la gran miseria que existe en ese sitio. (…)
He visto hoy la descendencia; a los que vienen después de mí. ¿Qué va a pasar con esas almas malignas? Yo soy un espíritu ahora, intento hacer bien mi trabajo, pero mi linaje está envenenado. El primer Azrael no mencionó tal oscuridad en las almas de mis sucesores; tienen pensamientos suicidas, son descuidados, destructivos, dudan de su fe, se odian a sí mismos y al mundo entero. Jamás vi tal grado de veneno en su corazón. Lo único que debe ser destruido es el odio. Sus cicatrices son enormes y tardarán en sanar; sus emociones son negativas y oscuras. Necesitan ser guiados, sanar sus heridas, sacar todo el veneno de su corazón y disfrutar la Tierra mientras estén en ella. (…)

A causa de esto me reuní con el primer Azrael en un jardín cercano al cielo, cuyo nombre no me molesté en descubrir.
_¿Cuál es el motivo de nuestro encuentro? Preguntó con reluciente voz.
_La descendencia -respondí
_ ¿Acaso han hecho algo malo?
_Todo, -afirmé.
_¿A qué te refieres? Dijo un guardián que por ahí merodeaba.
_ Son malcriados, son destructivos, son suicidas, dudan de sí mismos, de su fe, se odian y con ellos al mundo también, marcan su piel con su propia sangre, son caníbales, crueles, oscuros, andan por ahí, escupiendo blasfemias y maldiciones.
_Escucha pequeña Azrael, así eras tú cuando vivías, ¿acaso no lo recuerdas?
_No, no recuerdo nada de mi vida terrenal, solo tengo algunos conocimientos.
_Confía en tu linaje, ellos no te fallarán. Sé por instinto que harás bien tu trabajo. Dicho esto desapareció entre nubes y estrellas. (…)
“De las almas perdidas y desgastadas, negras, nace la descendencia de Azrael. Ningún Azrael entrará al Reino de los Cielos hasta que su alma sea purificada. Si un descendiente muere, su alma no será tomada, sino que será devuelta a la vida, porque no hay espacio para él en el cielo, ni en el inframundo”
Entonces entendí que yo, como el presente Azrael debía esperar que mi alma se purificara … incluso si faltaran miles de años.
Ya ha pasado la mitad de un siglo, y aún llevo la vestidura púrpura y la corona que me identifica como aquello a los que todos le temen… ¡La Muerte!
Ilustración: Selene Jiménez, Grupo Prisma