por Jack Ewing

En el año 1987, en Hacienda Barú comenzamos una lista de todas las especies avistadas. La lista creció rápidamente al principio, pero a medida que avistamos más y más criaturas, se redujo a unas pocas aves y animales cada año. Hoy, 34 años después, la lista contiene 369 especies de aves, 72 de mamíferos y 96 de reptiles y anfibios.

A principios de la década de 1990, me interesé por un pequeño mamífero de la selva tropical llamado “Serafín de Platanar” (Cyclopes didactylus), también conocido como la “Ceibita”. De acuerdo con todos los textos que pude encontrar, debería existir en esta región, pero ninguno de nuestro personal había visto uno y más bien no sabían lo que era. Ninguno de los vecinos tampoco.

Un amigo biólogo me aseguró que ciertamente los teníamos en Hacienda Barú, pero dijo que las pequeñas criaturas ilusorias pasaban la mayor parte del tiempo en las copas de los árboles y rara vez se las veía. “Nuestra mejor oportunidad – dijo – era mirar de cerca los enredados de lianas y bejucos”.

Decidí hacer una competencia entre los dos guías, Juan y Pedro. Pero necesitaba un premio muy especial. Unos pocos ejemplares del nuevo libro Birds of Costa Rica escrito por Gary Stiles y Alexander Skutch habían llegado a Costa Rica, pero aún era muy difícil de encontrar uno y era considerado un tesoro por los aficionados de las aves y guías de turismo ecológico. Con gran dificultad adquirí dos. Me quedé con uno, que aún conservo hasta el día de hoy y ofrecí el otro como premio en la búsqueda de la ceibita. El primer guía en detectar una, ganaría el libro de Birds of Costa Rica. Fue el incentivo ideal.

El serafín de platanar (ceibita) es el animal más carismático que conozco. Su pelaje de color dorado es suave y esponjoso, y enmarca el rostro más dulce que cualquiera pueda imaginar. A veces llamada “pelota de tenis dorada”, su posición favorita para dormir es enrollada en una pelota. Esta posición hace que sea extremadamente difícil de detectar.

La forma redonda no se parece a ningún tipo de animal y el color se mezcla bien con los verdes, amarillos y marrones de la selva tropical. Además, la ceibita es tímida, nocturna y vive en las copas de los árboles, lo que hace que los avistamientos sean raros. Prefiere árboles con abundante crecimiento de lianas y enredaderas, y cuando se ve desde el suelo, a menudo duerme en una maraña bajo todo tipo de enredaderas.

Se alimenta casi exclusivamente de hormigas, especialmente aquellas que viven en tallos huecos. Usando su afilada garra frontal, el serafín de platanar abre un tallo hueco y lame a las hormigas con su lengua larga y pegajosa. Esas garras delanteras afiladas también disuaden a cualquier animal o pájaro que pueda tener alguna idea de dañar a la pequeña criatura peluda. Las patas traseras y la cola prensil tienen un agarre poderoso, liberando así las manos para defenderse vigorosamente de los atacantes.

Un día del mes de febrero de 1994, Juan Ramón, con una sonrisa grande, regresó de una caminata con tres visitantes muy felices. Habían visto la ceibita. “Traiga su cámara patrón”, dijo. “Probablemente todavía esté allí”.

Nos fuimos, cámara en mano. Aproximadamente 30 minutos después llegamos a una maraña de enredaderas que colgaban de un árbol de la selva tropical. Y allí estaba la “pelota de tenis dorada” perfectamente camuflada. Nunca sabré como logró verlo, pero ahí estaba. Tomé fotografías hasta que me quedé sin película. Nos dirigimos a casa todos muy contentos de saber que el misterioso animalito realmente existía en Hacienda Barú.

Al llegar a la casa encontramos a Pedro que había regresado de guiar otro recorrido y nos estaba esperando con la noticia de que él también había avistado un serafín de platanar, como a un kilómetro del que acabábamos de fotografiar.

Me había quedado sin película, pero Juan, Pedro y yo fuimos a echar un vistazo de todos modos. La pelota de tenis dorada de Pedro también dormía en una maraña de lianas y enredaderas. Parecía un duplicado exacto del primero. Qué asombrosa coincidencia. Después de buscar y esperar tanto tiempo, y luego que ambos guías avistaran al carismático pequeño mamífero en la misma tarde.

Ya que había un premio tuvimos que determinar el momento cuando cada uno experimentó el avistamiento. Resultó que Pedro había avistado su ceibita alrededor de la 1:30 pm y Juan Ramón una hora más tarde. Pedro ganó el premio y se convirtió en el orgulloso propietario de Birds of Costa Rica. Hoy en día, 27 años después, hemos visto un total de siete serafines de platanar.

Dos guías tomaron fotos con sus teléfonos del último serafín de platanar visto en Hacienda Barú. Aunque este estaba en un árbol pequeño en vez de una maraña de enredaderas, se veía tan tierno y carismático como recordaba que era la especie. Espero que los lectores lo ven así también.

EL SERAFÍN DE PLATANAR

23 abril, 2021 3:39 pm

por Jack Ewing

En el año 1987, en Hacienda Barú comenzamos una lista de todas las especies avistadas. La lista creció rápidamente al principio, pero a medida que avistamos más y más criaturas, se redujo a unas pocas aves y animales cada año. Hoy, 34 años después, la lista contiene 369 especies de aves, 72 de mamíferos y 96 de reptiles y anfibios.

A principios de la década de 1990, me interesé por un pequeño mamífero de la selva tropical llamado “Serafín de Platanar” (Cyclopes didactylus), también conocido como la “Ceibita”. De acuerdo con todos los textos que pude encontrar, debería existir en esta región, pero ninguno de nuestro personal había visto uno y más bien no sabían lo que era. Ninguno de los vecinos tampoco.

Un amigo biólogo me aseguró que ciertamente los teníamos en Hacienda Barú, pero dijo que las pequeñas criaturas ilusorias pasaban la mayor parte del tiempo en las copas de los árboles y rara vez se las veía. “Nuestra mejor oportunidad – dijo – era mirar de cerca los enredados de lianas y bejucos”.

Decidí hacer una competencia entre los dos guías, Juan y Pedro. Pero necesitaba un premio muy especial. Unos pocos ejemplares del nuevo libro Birds of Costa Rica escrito por Gary Stiles y Alexander Skutch habían llegado a Costa Rica, pero aún era muy difícil de encontrar uno y era considerado un tesoro por los aficionados de las aves y guías de turismo ecológico. Con gran dificultad adquirí dos. Me quedé con uno, que aún conservo hasta el día de hoy y ofrecí el otro como premio en la búsqueda de la ceibita. El primer guía en detectar una, ganaría el libro de Birds of Costa Rica. Fue el incentivo ideal.

El serafín de platanar (ceibita) es el animal más carismático que conozco. Su pelaje de color dorado es suave y esponjoso, y enmarca el rostro más dulce que cualquiera pueda imaginar. A veces llamada “pelota de tenis dorada”, su posición favorita para dormir es enrollada en una pelota. Esta posición hace que sea extremadamente difícil de detectar.

La forma redonda no se parece a ningún tipo de animal y el color se mezcla bien con los verdes, amarillos y marrones de la selva tropical. Además, la ceibita es tímida, nocturna y vive en las copas de los árboles, lo que hace que los avistamientos sean raros. Prefiere árboles con abundante crecimiento de lianas y enredaderas, y cuando se ve desde el suelo, a menudo duerme en una maraña bajo todo tipo de enredaderas.

Se alimenta casi exclusivamente de hormigas, especialmente aquellas que viven en tallos huecos. Usando su afilada garra frontal, el serafín de platanar abre un tallo hueco y lame a las hormigas con su lengua larga y pegajosa. Esas garras delanteras afiladas también disuaden a cualquier animal o pájaro que pueda tener alguna idea de dañar a la pequeña criatura peluda. Las patas traseras y la cola prensil tienen un agarre poderoso, liberando así las manos para defenderse vigorosamente de los atacantes.

Un día del mes de febrero de 1994, Juan Ramón, con una sonrisa grande, regresó de una caminata con tres visitantes muy felices. Habían visto la ceibita. “Traiga su cámara patrón”, dijo. “Probablemente todavía esté allí”.

Nos fuimos, cámara en mano. Aproximadamente 30 minutos después llegamos a una maraña de enredaderas que colgaban de un árbol de la selva tropical. Y allí estaba la “pelota de tenis dorada” perfectamente camuflada. Nunca sabré como logró verlo, pero ahí estaba. Tomé fotografías hasta que me quedé sin película. Nos dirigimos a casa todos muy contentos de saber que el misterioso animalito realmente existía en Hacienda Barú.

Al llegar a la casa encontramos a Pedro que había regresado de guiar otro recorrido y nos estaba esperando con la noticia de que él también había avistado un serafín de platanar, como a un kilómetro del que acabábamos de fotografiar.

Me había quedado sin película, pero Juan, Pedro y yo fuimos a echar un vistazo de todos modos. La pelota de tenis dorada de Pedro también dormía en una maraña de lianas y enredaderas. Parecía un duplicado exacto del primero. Qué asombrosa coincidencia. Después de buscar y esperar tanto tiempo, y luego que ambos guías avistaran al carismático pequeño mamífero en la misma tarde.

Ya que había un premio tuvimos que determinar el momento cuando cada uno experimentó el avistamiento. Resultó que Pedro había avistado su ceibita alrededor de la 1:30 pm y Juan Ramón una hora más tarde. Pedro ganó el premio y se convirtió en el orgulloso propietario de Birds of Costa Rica. Hoy en día, 27 años después, hemos visto un total de siete serafines de platanar.

Dos guías tomaron fotos con sus teléfonos del último serafín de platanar visto en Hacienda Barú. Aunque este estaba en un árbol pequeño en vez de una maraña de enredaderas, se veía tan tierno y carismático como recordaba que era la especie. Espero que los lectores lo ven así también.